Wednesday, January 11, 2012

Los mejores discos de 2011 según los escritores de Sound Weekend

Está es la lista de los discos que más escuche y disfruté este año. Me vi obligado más que nunca a hacer una lista propia que se diferencie de la de los lectores porque quedé más que desilusionado con los resultados de la encuesta. Con esta nueva lista numerada, propongo restablecer los mejores discos según el blog, varios de los cuales me pareció un pecado que no hayan entrado en la de otra lista (además de que entraron varios pecadores también). Esta lista es meramente una opinión actual: además de ser discutible, yo mismo puedo llegar a desacreditar algunos y glorificar otros en mi cabeza en una semana. Existen varios discos que, aunque no llegaron, no voy a dudar en volver a escucharlos y escucharlos. Pero ahora mismo, ésta es la lista.

Imbancables para muchos, la verdad es que Yuck es una que otra banda fanática de la distorsión de Dinosaur Jr. y las melodías de Pavement. Lo peor es que hay varias bandas que se propusieron el mismo revival con mejor resultados, pero es Yuck la encargada de hacer uno de los discos más fáciles de repetir de este año.


Bajo la premisa de hacer un disco psicodélico ante todo, una pareja italiana se encerró en Los Angeles para dar lugar a uno de los discos más ocultos pero brillantes de este año. Experimentando estructuras pop no del todo convencionales, no queda duda que la premisa se cumplió.


Stephen Malkmus y sus Jicks son los responsables de uno de los mejores discos de rock del año, punto.


Encerrado por meses en un estudio en Helsinki invernal, Alan Palomo se vio obligado luchar con la intemperie, escuchando nada más que Jesus and Mary Chain, the Fall, y My Bloody Valentine. Quién hubiera pensado que el resultado hubiera sido un disco tan pop como su debut, Psychic Chasms. Sin embargo, Era Extraña no tiene miedo de mostrar sus tintes más oscuros: el segundo disco de Neon Indian es nada más que el equilibrio entre el día y la noche, el frío y el calor. Era Extraña es fácilmente uno de los discos más psicodélicos y renovantes que la música electrónica tuvo para ofrecer este año.


Desde que Kurt Vile sacó Smoke Ring for My Halo, su cuarto disco solista, la crítica no paraba de contradecirse entre sí. Muchos retrataban el esfuerzo del guitarrista y compositor de Filadelfia como un disco mucho más tranquilo que sus anteriores, pero como trabajo difícil de escuchar; otros criticaban la aspiración de Vile a ser el Dylan/Reed de su generación, mostrando una aspiración más pop que nunca. Sin embargo, todo el mundo que escucha Smoke Ring for My Halo no hace más que respetarlo desde los primeros minutos: esa sensación de estar escuchando algo genuino no lo consigue cualquiera.


Capaz se esperaba de Tomboy una locura lisérgica, Panda Bear nos trae un disco mucho más digerible, sin arriesgarse a cambiar la estructura de las canciones como había hecho en su disco anterior y conformándose con convencionalismos melódicos más que disfrutables.


No hace falta darle muchas vueltas al disco para poder distinguir una premisa: James Blake no es ningún aficionado en lo que respecta a composición melódica, con versos que repite hasta el final en cada canción acompañado de hermosas capas de teclados y bases rítmicas. Por otro lado, el hecho de que exista una premisa implícita en cada canción puede hacer que la mente desmotivada de por sabido uno de los discos más originales e interesantes del año.


No era raro escuchar en una misma canción de Destroyer, a Dan Bejar jugar con guitarras bien folk, distorsiones glam, y melodías que le daban un tinte de pop barroco a todo el proyecto. Sin embargo, pocos pudieron anticipar que el multi-instrumentalista iba experimentar con géneros diversos como el jazz y el new wave ochentoso. Desarrollando su personalidad más fuerte que nunca, a la par de una producción impresionante, Kaputt encanta tanto en sus baladas poperas tanto como en sus temas más poéticos y lisérgicos.


Helplessness Blues es una brisa tibia en la cara, libre de trucos de composición o sobreproducción y demás desesperaciones por tratar de ser algo que no es, o hasta competir con su antecesor. Con letras buscando inspiración y amor en cualquier cosa, de una manera mucho más romántica e idealista que en el primer disco, Fleet Foxes logra combinar perfectamente cierto grado de simplicidad campesina y transiciones conflictivas.


Si la reseña de The King of Limbs apenas salió el disco no inspira el título de “mejor disco del año” es porque, como muchos, fue un disco que primerizamente no me atrapó. Pasó un tiempo hasta que volví a agarrar el disco para escucharlo detenidamente y dejarme llevar por las capas y capas de bases rítmicas superpuestas, las líneas de bajo, y las guitarras envolventes. Si hay un disco que no va a cambiar de mi puesto personal con el tiempo, es definitivamente éste, uno de los discos menos ambiciosos pero más concisos de Radiohead.

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