Thursday, January 26, 2012

El Camino

Pocas bandas americanas generan tanta conmoción antes de sacar un disco como the Black Keys. Con seis discos en el baúl, digamos que el dúo de Ohio es conocido por rockearla a lo loco a guitarra y percusión, desde 2001. Diez años después, la banda se toma un descanso de su extensiva gira americana para grabar El Camino, y demostrar una vez más qué es lo que mejor saben hacer.

Al igual que en su antecesor, El Camino cuenta de principio a final con el mismo formato de banda antes que el de dúo ruidoso y efectivo. Esto no significa que no sepan cómo entretener: desde el single Lonely Boy los riffs encuentran la manera de prevalecer y la batería de irrumpir esos auriculares sin piedad. Rápido y conciso, llega a ser difícil encontrar sobrevivientes después de un estribillo tan convincente y cargado de coros.

De la mano de Danger Mouse, la producción toma el sonido blusero y pulido de Brothers (2010), donde Mouse metió mano en uno que otro tema, con la intención de afianzarlo y afilarlo con los momentos más violentos y grasientos de Attack & Release. Con canciones inmediatas una detrás de la otra, El Camino confía en su consistencia de temas efectivos para tenernos eufóricos sin antes dejarnos respirar. Y si esta estrategia funciona a todo vapor es gracias a la falta de canciones sueltas de tuerca, conformando un trabajo que funciona tanto como conjunto y tomando individualmente cada porción, aunque la vaya mucho mejor en ésta última.

El álbum alcanza el climax emotivo con Little Black Submarine amagando ser una pieza acústica para que Auerbach desahogue sus penas, pero antes de que nos demos cuenta la distorsión volvió y estamos en medio de una pelea entre batería imponente y solo de guitarra, contienda que habrá causado piel de gallina a más de un alma. Pero más allá de las dos canciones ya mencionadas en esta reseña y en cincuenta otras, son las canciones que al principio pueden pasar desapercibidas pero que no dejan de mantenernos en la punta de la silla: Hell of a Season es una estampida a bajo y percusión, Gold On the Ceiling es la razón por la que existió el Rock Band, por nombrar otro par.

La lírica levemente distorsionada no varió mucho desde Brothers: gracias a Dios, las mujeres siguen rompiendo y seduciendo el corazón blusero de Auerbach de alguna manera u otra, sea ignorándolo (Lonely Boy), o hasta lavándole el cerebro (Mind Eraser). El talento de encontrarle la vuelta en más de un verso cómico o poético sigue innato, y pasa lo mismo the Black Keys en general: los riffs siguen estando, y los solos siguen inspirando nuevos sinónimos de “increíble”. Las diferencias se levantan y se muestran con orgullo, siendo parte de su evolución y maduración sonora más que un tema de “venderse” o no.

El Camino puede estar lejos de sorprender de la misma manera en que el dúo lo había hecho en el pasado. Del otro lado de la monera, el oyente que contaba los días para la salida del disco puede no encontrarse con un disco sorprendente pero sí con algo que hace falta hoy en más de una banda. Como bien expresó Carla Fumagalli en su columna a principios de mes, the Black Keys es ese rock sesentoso en donde las influencias y los protagonistas eran uno solo. Si algo lograron con su último trabajo es dejar de ser la banda que se la pasaba explotando garajes hace diez años, y ser la leyenda (¿anacrónica?) de hace cuarenta.

#374 - The Black Keys (2011)

Wednesday, January 11, 2012

Los mejores discos de 2011 según los escritores de Sound Weekend

Está es la lista de los discos que más escuche y disfruté este año. Me vi obligado más que nunca a hacer una lista propia que se diferencie de la de los lectores porque quedé más que desilusionado con los resultados de la encuesta. Con esta nueva lista numerada, propongo restablecer los mejores discos según el blog, varios de los cuales me pareció un pecado que no hayan entrado en la de otra lista (además de que entraron varios pecadores también). Esta lista es meramente una opinión actual: además de ser discutible, yo mismo puedo llegar a desacreditar algunos y glorificar otros en mi cabeza en una semana. Existen varios discos que, aunque no llegaron, no voy a dudar en volver a escucharlos y escucharlos. Pero ahora mismo, ésta es la lista.

Imbancables para muchos, la verdad es que Yuck es una que otra banda fanática de la distorsión de Dinosaur Jr. y las melodías de Pavement. Lo peor es que hay varias bandas que se propusieron el mismo revival con mejor resultados, pero es Yuck la encargada de hacer uno de los discos más fáciles de repetir de este año.


Bajo la premisa de hacer un disco psicodélico ante todo, una pareja italiana se encerró en Los Angeles para dar lugar a uno de los discos más ocultos pero brillantes de este año. Experimentando estructuras pop no del todo convencionales, no queda duda que la premisa se cumplió.


Stephen Malkmus y sus Jicks son los responsables de uno de los mejores discos de rock del año, punto.


Encerrado por meses en un estudio en Helsinki invernal, Alan Palomo se vio obligado luchar con la intemperie, escuchando nada más que Jesus and Mary Chain, the Fall, y My Bloody Valentine. Quién hubiera pensado que el resultado hubiera sido un disco tan pop como su debut, Psychic Chasms. Sin embargo, Era Extraña no tiene miedo de mostrar sus tintes más oscuros: el segundo disco de Neon Indian es nada más que el equilibrio entre el día y la noche, el frío y el calor. Era Extraña es fácilmente uno de los discos más psicodélicos y renovantes que la música electrónica tuvo para ofrecer este año.


Desde que Kurt Vile sacó Smoke Ring for My Halo, su cuarto disco solista, la crítica no paraba de contradecirse entre sí. Muchos retrataban el esfuerzo del guitarrista y compositor de Filadelfia como un disco mucho más tranquilo que sus anteriores, pero como trabajo difícil de escuchar; otros criticaban la aspiración de Vile a ser el Dylan/Reed de su generación, mostrando una aspiración más pop que nunca. Sin embargo, todo el mundo que escucha Smoke Ring for My Halo no hace más que respetarlo desde los primeros minutos: esa sensación de estar escuchando algo genuino no lo consigue cualquiera.


Capaz se esperaba de Tomboy una locura lisérgica, Panda Bear nos trae un disco mucho más digerible, sin arriesgarse a cambiar la estructura de las canciones como había hecho en su disco anterior y conformándose con convencionalismos melódicos más que disfrutables.


No hace falta darle muchas vueltas al disco para poder distinguir una premisa: James Blake no es ningún aficionado en lo que respecta a composición melódica, con versos que repite hasta el final en cada canción acompañado de hermosas capas de teclados y bases rítmicas. Por otro lado, el hecho de que exista una premisa implícita en cada canción puede hacer que la mente desmotivada de por sabido uno de los discos más originales e interesantes del año.


No era raro escuchar en una misma canción de Destroyer, a Dan Bejar jugar con guitarras bien folk, distorsiones glam, y melodías que le daban un tinte de pop barroco a todo el proyecto. Sin embargo, pocos pudieron anticipar que el multi-instrumentalista iba experimentar con géneros diversos como el jazz y el new wave ochentoso. Desarrollando su personalidad más fuerte que nunca, a la par de una producción impresionante, Kaputt encanta tanto en sus baladas poperas tanto como en sus temas más poéticos y lisérgicos.


Helplessness Blues es una brisa tibia en la cara, libre de trucos de composición o sobreproducción y demás desesperaciones por tratar de ser algo que no es, o hasta competir con su antecesor. Con letras buscando inspiración y amor en cualquier cosa, de una manera mucho más romántica e idealista que en el primer disco, Fleet Foxes logra combinar perfectamente cierto grado de simplicidad campesina y transiciones conflictivas.


Si la reseña de The King of Limbs apenas salió el disco no inspira el título de “mejor disco del año” es porque, como muchos, fue un disco que primerizamente no me atrapó. Pasó un tiempo hasta que volví a agarrar el disco para escucharlo detenidamente y dejarme llevar por las capas y capas de bases rítmicas superpuestas, las líneas de bajo, y las guitarras envolventes. Si hay un disco que no va a cambiar de mi puesto personal con el tiempo, es definitivamente éste, uno de los discos menos ambiciosos pero más concisos de Radiohead.