Monday, December 26, 2011

Los mejores discos de 2011 según los lectores de Sound Weekend

Mucho más premeditado que cualquier cosa que había grabado Chazwick Bundick en el pasado, Toro y Moi logró sacar un segundo disco mucho más efectivo pero igual de bailable.


Sin repetirse completamente, the Horrors logró experimentar dentro de sus límites y crear una interesante ópera shoegaze.


Sin miedo a experimentar con sinfines de instrumentos, Justin Vernon se encerró en un bosque invernal para grabar uno de los discos más aclamados del año.


Capaz se esperaba de Tomboy una locura lisérgica, Panda Bear nos trae un disco mucho más digerible, sin arriesgarse a cambiar la estructura de las canciones como había hecho en su disco anterior y conformándose con convencionalismos melódicos más que disfrutables.


Desde Londres llegó la última propuesta guitarrera, inflada y elogiada por sus riffs ramoneros y sus vocales bañadas en reverb. Difícilmente se puede recordar un disco debut británico que haya generado tanta expectativa que no pase del 2006.


Helplessness Blues es una brisa tibia en la cara, libre de trucos de composición o sobreproducción y demás desesperaciones por tratar de ser algo que no es. Con letras buscando inspiración y amor en cualquier cosa, de una manera mucho más romántica e idealista que en el primer disco, Fleet Foxes logra combinar perfectamente cierto grado de simplicidad campesina y transiciones conflictivas.


Lejos de ser la bola de noise melódico que se esperaba, el nuevo disco de Girls puede ser visto como un mixtape adolescente. Muchas canciones demuestran facetas que nunca creí que iba a escuchar de la mano del dúo de San Francisco: riffs metaleros siguen a baladas fáciles, siempre con un grado de experimentación compositiva en cada canción para mantener la cosa interesante.


Angles significó el esperadísimo regreso de the Strokes como banda. Visto como un popurrí de diferentes ideas, es de principio a fin un sube y baja en lo que respecta a experimentar con distintos géneros. Y más allá de cualquier balada poco convincente que contenga, ningún corazón que creció con Is This It pudo esconder la sonrisa al escuchar Angles por primera vez.


Con menos de 40 minutos de duración (el disco más corto de la banda), The King of Limbs llegó cargado de loops rítimicos superpuestos y numerosas técnicas experimentales de grabación. Puede llegar a ser el disco menos ambicioso en la historia de Radiohead, aunque no tarda en envolvernos entre capas y capas de cuerdas y teclados para no soltarnos nunca más.


Desde que se volvieron el mayor fuzz de Gran Bretaña a mediados de la década pasada, con su primer disco, cada nuevo album de los Arctic Monkeys se esperaba mordiendo inquietamente las uñas. Suck It and See, el cuarto disco del cuarteto, es definitivamente el disco más pop de la banda: un album lleno de baladas melódicas con tremendos solos y mucho reverb.

Sunday, December 25, 2011

James Blake

Se venía un poco escuchando un poco acerca de James Blake desde el año pasado. Con dos EP bajo el brazo, el debut de Blake cayó a principios del año con toneladas de expectativas que logró satisfacer sin ninguna culpa. Tomando mando del micrófono ésta vez, James Blake es el responsable de uno de los discos más comentados y aclamados del año. Y bien merecido.

No hace falta darle muchas vueltas al disco para poder distinguir una premisa: James Blake no es ningún aficionado en lo que respecta a composición melódica, con versos que repite hasta el final en cada canción acompañado de hermosas capas de teclados y bases rítmicas. Es por esta misma razón que no es difícil descomponer cada canción del disco para unir las piezas e identificar los elementos que causan déjà vu. Del otro lado de la moneda, no existen combinaciones de palabras que hagan justicia a la combinación perfecta entre emociones y técnica que dominan canciones como the Wilhelm Scream o Why Don’t You Call Me.

La voz de Blake no deja de ser un arma afilada al momento de experimentar con efectos vocales ni cuando necesita un coro propio. Canciones como I Never Learnt to Share pueden llegar a servir como mejor ejemplo de esta lucha entre el minimalismo y la ambición electrónica. Con teclados libres y una batería constante, el tema parte de un a cappella al que le suman de a poco estos dos instrumentos para ir in crescendo y finalizar en un rápido puente distorsionado.

Muchas otras canciones pueden dar la impresión de ser bocetos o ideas desestructuralizadas de canciones más poderosas, aunque no dejan de ser pensamientos excepcionalmente producidos. Otras opiniones critican al disco enfatizando el hecho de que las canciones más fuertes del disco son covers: el single instantáneo Limit to Your Love es un cover de Feist de su disco Reminder (2007). Con su voz y su teclado imponente, Blake logra apoderarse completamente del tema hasta hacerlo mucho más suyo que de nadie. Muchos de los bocetos mencionados anteriormente, aunque no dejan de ser momentos interesantes no completamente explorados, se quedan cortos al lado de temas como éste.

De la misma manera que varios de los discos electrónicos de este año, James Blake puede o no ser un disco hecho para desertar después de unas primeras escuchas. Por un lado, varios sonidos intrigantes como la guitarra acústica en Lindisfarne II pueden pasar desapercibidos hasta que el oído se apropia completamente del álbum. Por otro lado, el hecho de que exista una premisa implícita en cada canción puede hacer que la mente desmotivada de por sabido uno de los discos más originales e interesantes del año.

#373 - James Blake (2011)

Monday, December 5, 2011

Tarot Classics

Con su primer disco el año pasado, Surfer Blood atrapó a varios con una combinación de surf rock altamente distorsionado. Cualquiera con oídos y parlantes no tardó en engancharse profundamente en el debut, Astro Coast, de los oriundos de Florida. Sin embargo, de principio a final, la banda desplegaba un sonido mucho más característico e único, fácil de diferenciar y destacar entre las infinitas propuestas que llegaron entre 2009 y 2010 bajo la premisa de hacer rock para bailar en la playa. Preparándose para sacar un segundo disco al año que viene, Surfer Blood presenta un EP de 15 minutos y un par de remixes: Tarot Classics.

Al escuchar que la banda se había mantenido bastante ocupada durante el año, abriendo para Pixies en su Doolitle Tour, no me hubiera sorprendido que lo próximo a escuchar de Surfer Blood fuera algo más violento y crudo que lo que su primer disco emanaba. Para bien o para mal, estos pensamientos no tienen lugar en los cuatro temas de Tarot Classics.

En la apertura, I’m Not Ready, una brisca playera envuelve el punteo juguetón de guitarras antes de que la voz imponente y particular de John Paul Pitts estalle. No hay lugar para las pizcas de noise o experimentación en la altamente disfrutable canción de cinco minutos, elementos que hacían a Astro Coast un trabajo tan audaz, No resulta ninguna sorpresa escuchar a Pitts abrir el estribillo cantando “I’m not ready to look the other way” [“No estoy listo para mirar hacia el otro lado”], línea que fácilmente se puede aplicar a la falta de cambio vertiginoso a la hora de grabar nuevo material.

Le sigue el primer single Miranda, momento para el cual ya es fácil señalar qué aptitudes la banda decidió desarrollar en profundo y cuáles descartó de una. Con un rasgueo de guitarra distorsionado y rápido, la banda respira punk setentoso mientras Pitts hace su mejor imitación de Morrissey. Voyager Reprise continúa inmediatamente con una batería relativamente calmada y un fuerte uso de sintetizadores, y un estribillo donde las guitarras se concentran en imitar la melodía de Pitts antes de entrar en un puente que deja mucho de qué desear, fácil de encontrar en discos como First Impressions of Earth de the Strokes.

Drinking Problems funciona como un trance hipnótico en el cual Pitts cambia de canal dejando de atrás a Morrissey y acercándose a un Bernard Sumner, dejando a las diferentes percusiones simultáneas y los acoples de guitarra dar final a un EP redondito. El remix de la misma canción abre el par de remixes, acentuando la distorsión en los bajos y jugando con un beat repetitivo. Voyager Reprise es el otro tema que tiene su propia remezcla, aunque no hace más que concluir en que remixes bailables de una banda como Surfer Blood no tienen lugar.

Surfer Blood se deshizo de los elementos que hacían de Astro Coast un disco distinto e interesante. Sin embargo, no se puede decir que el rock surfero sigue tomando un papel bastante significativo en el sonido de la banda. Tarot Classics parece ser un esfuerzo mucho más primitivo que su antecesor y, aunque tenga ninguna canción fracase por sí sola, espero que este EP no sea visto en el futuro como el camino lógico antes de un segundo disco igualmente de simple.

#372 - Surfer Blood (2011)

Thursday, November 17, 2011

Hurry Up, We're Dreaming

Anthony Gonzalez empezó a grabar bajo el nombre M83 en 2001, año en el que sacó su primer disco homónimo sin pena ni gloria. El francés empezó a dar de qué hablar recién en 2003 con Dead Cities, Red Seas & Lost Ghosts, ganándose el agrado de la crítica y público internacional. Este segundo disco partía del proyecto bailable con el que Gonzalez había empezado para adentrarse en un territorio en donde el shoegaze y el pop electrónico se englobaban en una sola entidad. Discos futuros mostraron cómo M83 se quedaba solamente con el reverb en los suspiros y profesionalizaba esta orientación dream pop-era. Considerado como Gonzalez mismo como su obra maestra, el disco doble Hurry Up, We’re Dreaming marca los 10 años de carrera del músico europeo.

Tomando como influencia sus giras con The Killers y Kings of Leon, Gonzalez se vio listo a hacer su propio disco orientado al rock y pop de estadios, esa cualidad que tanto elogiamos de bandas como Arcade Fire o Broken Social Scene, pero raramente se predeciría de M83. Para esto, bien desde el principio del disco, los coros y gritos heroicos en la introducción marcan un antes y después para todo aquel enamorado de las voces secretas e inocentes sobre la musicalización poderosa con la que M83 se había dado a conocer.

Con el pasar de los 73 minutos de duración del disco y a medida que uno se acostumbra a escuchar a Gonzalez cantar muy parecido al Followill líder, empiezan a surgir otros elementos vírgenes en la discografía del músico. Saxos no tardan en llegar para cerrar ese ambiente ochentoso lleno de guiños de teclados y guitarras glams esperándote a la salida; o la melancólica Wait, sorprendiendo con acústicas. Las cuerdas vuelven a aparecer en el interludio de la segunda parte, Year One, One UFO acompañándolas de manera nata un escapismo rural bastante fuera de lugar en el contexto nocturno y sintético en el que el disco está sumergido (o por lo menos antes de explotar en guitarras eléctricas y teclados).

Ambos discos de Hurry Up, We’re Dreaming se pueden analizar como hermanos: los dos tienen cierres y finales, unos pares de interludios ubicados en mismas partes, el single claramente posicionado como segundo tema, entre otras similitudes. Este espejismo refuerza de cierta manera la, de otra manera, débil conceptualización del disco doble, en la que Gonzalez juega con el contraste de la percepción preconsciente de una noche fantástica y, y la distorsión inconsciente del sueño surrealista. Sin embargo, esta comparación puede que no se respete a lo largo del trabajo, producto de la vaga conceptualización al inspirarse de otros discos dobles como Mellon Collie and the Infinite Sadness.

Desde el primer single, Midnight City, no es muy difícil señalar los posibles futuros cortes de difusión que le seguirán: Gonzalez desarma y vuelve a armar la idéntica estructura musical por lo menos ocho veces más (Claudia Lewis, New Map, OK Pal, pero no tiene mucho sentido seguir spoileando), apoyándose en los mismos juegos de teclados y coros sin los que varios de estos temas no funcionarían por separado. La imaginación de M83 sigue creando momentos resaltables, y varios de éstos tienen en común la falta de preocupación en que el tema sea memorable por todas las razones equívocas. Canciones como This Bright Flash y su hermana Echoes of Mine, con sus baterías potentes y los teclados sumergibles, funcionan dentro y fuera del contexto ambicioso del disco por ser solamente una intermisión, una transición hacia “los verdaderos hits”. En esta búsqueda por la “canción pop perfecta”, Gonzalez se pierde del viaje por no esperar a ver otra cosa que el destino.

Puede ser de hipócrita desvalorizar al disco tomando como puntos vulnerables lo falso que puede llegar a parecer el aura de “épica obra electrónica doble conceptual”, cuando la razón inconsciente detrás del desagrado es que varios de los que empezamos a escuchar M83 fue por el shoegaze simple pero innovador. Igualmente, una vez que se deja de ver a Hurry Up, We’re Dreaming como un monstruo de consumismo masivo y se lo empieza a tratar como un trabajo parcialmente honesto, resulta en una de las novedades más disfrutables del año.

#371 - M83 (2011)

Monday, October 31, 2011

Within and Without

El multi-instrumentalista Ernest Greene comenzó sacando un par de EPs, siendo el casero Life of Leisure (2010) el que recién llegó a alcanzar la atención de la crítica. Varios no tardaron en notar similitud entre las canciones dependientes de sintetizadores y beats provenientes de este segundo EP de Greene bajo el nombre Washed Out, y la ambientalización de teclados y efectos electrónicos con los que venían jugando bandas como Toro y Moi, Neon Indian, o Small Black. Blogs y críticos no tardaron en terminar de armar el rompecabezas para nombrar al género que hoy se está dando a conocer como chillwave.

Sin embargo, al igual que con tantos géneros en la historia de la música, varios de estos artistas trataron de escapar del aura que ejerció el estilo que ellos mismos habían creado. Mientras que bandas como Memory Tapes o Teen Daze prefirieron mantenerse dentro de los límites de una etiqueta floreciente, otros virtuosos no dudaron en emprender una búsqueda de identidad sonora: Toro y Moi, por un lado, no tardó en influenciarse levemente por el rock psicodélico contemporáneo, mientras que Neon Indian se concentró en experimentar con un shoegaze electrónico. En su debut, Washed Out se desprende de la línea de bandas sencillas y, con la ayuda del productor Ben Allen (pionero en Merriweather Post Pavilion (2009)), Within and Without promete ser uno de los discos más relajados del año.

Desde el principio, Eyes Be Closed nos invita a recorrer un mar de sintetizadores atmosféricos y beats baratos: un pasaje no muy distante de lo que se venía admirando en los EPs anteriores. Sin embargo, la voz de Greene no tarda caer a la mezcla de la mano de Allen, cuya firma en la producción se hace notar cada vez que las voces logran envolvernos en su reverb etéreo. Se vuelve medianamente difícil de entender con claridad las vocales debido a los litros de efectos y ecos que tienen encima, más teniendo en cuenta la poca modulación con la que Greene acostumbra a cantar (¿pequeño consejo de Allen después de trabajar tan cerca de Panda Bear capaz?).

A pesar de esto, canciones primerizas como Echoes y Eyes Be Closed pueden llegar a llamar la atención durante las primeras vueltas al disco, aunque terminan siendo opacadas y dejadas de lado al carecer de una estructura sólida que no permita hacerlas sonar repetitivas e insípidas. Afortunadamente, temas como Amor Fati o Far Away suenan como transiciones sin agotar los oídos: evidencia de lo que una clara línea de bajo y unos sintetizadores a la par de unas baterías reales pueden llegar a hacer.

A lo largo del disco, la lírica se permite tocar temas acerca de cómo ni el verano ni el fuego del amor duran para siempre. Temas lentos como You and I relatan en primera persona una relación enfermiza en la que ninguna de las partes tiene fuerza como para terminarla. Lo que resulta mucho más apreciable es el delicado uso de samples sobre una batería y una línea de bajo medio reggae. El final A Dedication es fácilmente una de las canciones más directas del disco: Ernest Greene pausa todos los tipos de trucos electrónicos con los que supo jugar desde el principio, para confesarse en una balada limpia de piano y batería. No les voy a mentir, los sintetizadores también aparecen, pero definitivamente no son la idea principal del tema.

Una de las cualidades más ventajosas del disco toma forma al mantener el disco en repeat y darse cuenta de lo ligero que puede sonar, incluso después de analizar cómo pesa una producción brillante sobre una docena de sintetizadores. Incluso cuando las progresiones de acordes o los estribillos pueden llegar a sonar similares en más de una canción, Within and Without no está para nada tratando de escapar de sus raíces para ser algo que simplemente no es. El primer trabajo entero de Washed Out debe ser tomado por lo que en realidad es, dejando de lado cualquier tipo de sellos y apodos insípidos.

#370 - Washed Out (2011)

Los Que No Duermen

“Dicen que el mundo se divide entre los que tienen miedo a la oscuridad y los que no.” anuncia Lola Arias en Los Que No Duermen, su segundo disco junto al productor y multi instrumentalista Ulises Conti: un disco pseudo temático acerca de la noche, sus paisajes oscuros y almas nocturnas que no pueden cerrar el ojo. El dúo argentino había trabajado hace tres años en la banda de sonido para la obra de teatro El Amor es un Francotirador (2008), disco que los llevó a tocar en varios festivales de Sudamérica y Europa, para tener más tarde su edición y presentación alemana en el 2010. En el medio, Arias lograba intercalar sus roles de actriz, traductora, directora, y cantautora para sacar su colección de relatos, Los Posnucleares. No es difícil imaginarse a Arias como una persona desvelada.

El Libro de la Noche sirve como una introducción hablada, Arias pasa de confesar sus miedos infantiles acerca de la noche a describir con quiénes se encuentra cuando no puede cerrar el ojo: los que no duermen. La musicalización de parte de Conti provoca la inexacta primera impresión de mantenerse estática y pasmada en un segundo plano, aunque reconoce darle un mayor protagonismo a la escritora, o por lo menos en la primera mitad del disco.

Los Que No Duermen también impone contraste frente al anterior El Amor es un Francotirador, desarrollándose inocente y paralelamente, tanto musical como líricamente. El disco toma mucha influencia de la sonoridad de los ‘50s al igual que varios dúos contemporáneos, desde She & Him (con los quienes seguramente se ganaran mayor comparación) hasta Angus & Julia Stone. Al igual que ambos dúos, la cantautora discierne efectivamente su rol como escritora, alternando entre primera y segunda persona de manera consustancial, mientras el músico percibe estratégica y delicadamente dónde poner sus fichas.

El disco se mantiene conceptualmente dentro del sonambulismo, los laberintos urbanos, aunque Arias logra alcanzar sus puntos de honestidad máxima cuando deja de lado la temática trasnochada y confía acerca de desamores inoportunos (Nadie Va a Saber), no querer desprenderse de la figura de su padre (Padre), y la alienación inevitable dentro de la familia (Lazos de Familia). Varias de estas historias suenan más que familiares una vez leído su más reciente libro. Y si bien en estas confesiones, la ciudad y el insomnio dejan de ser motor de las canciones, asoman disimuladamente en cada una de ellas, con la versátil y cautivadora sonoridad de Conti atrapando a su compañera incluso cuando las voces llegan a mostrar cierta fragilidad.

Más allá de lo atrapante e íntegra que resulte la habilidad de Arias por reincidir melodías sin sonar insistente, dan ganas de volver a escuchar Los Que No Duermen gracias al trío de canciones habladas que sirven como introducción, intervalo, y final. Kilómetros se interpone con su progresión blusera de notas y su aura violentamente gris, en donde Conti tiene la oportunidad de jugar todo lo que se guardó en varios de los temas del disco. Diario de Una Mujer Policía liquida el disco con sus amplias cuerdas y teclados en crescendo que terminan abruptamente. ¿Habrá podido finalmente dormir?

#369 - Lola Arias & Ulises Conti (2011)

Thursday, September 8, 2011

Portamento

Después de ser una de las bandas más novedosas del año pasado, es difícil no haber escuchado o leído sobre the Drums. El cuarteto sacó un EP y un par de singles de ahí, pero la cosa se puso seria cuando sacaron su primer single Let's Go Surfing hace dos años. Desde entonces, la banda se vio en una extensiva gira por Estados Unidos y Europa, grabaron su aclamado debut homónimo, experimentaron la partida de uno del guitarrista Adam Kessler, y agregaron un par de guitarras y percusionistas para sus recitales. Y es así, como después de un poco más de un año, la banda vuelve con Portamento.

La nube sutil de reverb que significó el primer disco de the Drums atrapó a varios con su surfer pop. Cuatro de cada cinco textos hablando sobre la banda y su debut los asimilaban como una versión juvenil, rápida y soleada de New Order, o a Joy Division después de haber escuchado a los Beach Boys por semanas. De ahí, Portamento no mueve piezas específicas para sacarse el hype de encima, calculando estribillos pegadizos aunque no tan inmediatos, y ampliando el portfolio de instrumentos notablemente.

El disco también muestra rastros de una banda que evolucionó líricamente: canciones que hablan sobre pérdida de fe, existencialismo, pero mayormente, Jonathan Pierce se encuentra siempre hablándole y suplicándole a una “ella” en segunda persona. Auras de soledad y frialdad son alcanzadas perfectamente en canciones como If He Likes It Let Him Do It, con sus teclados oscilantes como theremin y el reverb que hace a la banda existir. Por el otro lado, guitarras a contratiempo de la batería se repiten exhaustivamente los 45 minutos del disco, ecualizadas sutilmente de fondo para que no agoten si no se les presta mucha atención (aunque el deja-vú se hace presente con la seguidilla de Money y Hard to Love especialmente).

Searching for Heaven puede ser que sea una de las canciones más llamativas o experimentales de parte de la banda, con Pierce cantando con un efecto de teclado solo atrás. Incluso cuando puede ser que no sea el sonido característico de la banda ni lo que esperábamos escuchar, no resta el hecho de que el quinteto siga buscando las piezas para no estancarse en un mismo plano. Incluso para los que se habían encariñado un poco demasiado con el debút y el sonido simple y veraniego del primer disco, van a encontrar su lugar en canciones como Book of Revelations o How It Ended que abren y cierran el disco respectivamente, aunque seguramente les convenga encerrarse en una burbuja y seguir escuchando el primer disco.

Muy parecido al caso Oracular Spectacular/Congratulations, la banda abandona el single inmediato o las canciones de publicidad para profundizar y pulir su sonido en una producción bastante limpia y madura. Y al igual que con MGMT, puede ser que una primera vuelta a Portamento no alcance para crear opiniones válidas y mucho menos atraparnos como su anterior. Personalmente, una vez superadas las primeras impresiones y escuchándolo con la mente y los oídos bien abiertos, es un disco que respeto mucho más que el primero, y no cabe ni la menor duda que the Drums se dirige en la dirección acertada.

#368 - The Drums (2011)

Tuesday, September 6, 2011

Endless Now

Male Bonding había tenido la oportunidad de atropellarnos de lleno con su primer disco el año pasado. En menos de media hora, el trio británico producía un despliegue completo de poderoso y ensoñado punk de los ‘90s y en seguida nos dejaba con ganas por más. Cargados de distorsión, con voces escondidas y distantes, los temas rápidos y los ganchos fueron definitivamente el talle que mejor le quedaba. Con Endless Now, su segundo disco, vienen a demostrar que no van a quedar como una banda de un solo álbum, ajustando tornillos flojos donde sea posible.

A comienzos del año la banda anunciaba un disco mucho más amplio, tomando el mismo camino que bandas como Black Lips o Smith Westerns este año, y contratando un tremendo productor para sacarse la etiqueta de lo-fi de encima. Con la ayuda del productor John Agnello (Sonic Youth, Dinosaur Jr., the Kills), la banda se encaminó en profundizar esas influencias llenas de ruido y gasolina, y si bien el resultado no se diferencia mucho de lo que veníamos escuchando de ellos, ciertamente no desilusiona. Por momentos intentan jugar con un punk un poco más juguetón: muchas de las canciones se sienten como un viejo blink-182 pero de la mejor manera posible.

Por más que nos encante Endless Now de principio a fin, retrospectivamente es algo que juega en desventaja cuando el elemento sorpresa se perdió y ya nos conocemos de memoria las influencias y elementos de Male Bonding. El disco puede sonar mucho menos inmediato que su anterior, pero igual de efectivo en un plazo medio. No creo que se hayan limpiado cada mancha de lo-fi de la cara, siguen escondidos en los efectos de voz ensoñadores. Desde el otro lado, también hay temas como Channelling Your Fears, en los que se esfuerzan por modular y tratar de sacar palabras para que todo el mundo cante el estribillo.

Un año no parece haber sido suficiente tiempo como para sorprender a todos con un nuevo sonido. Las voces siguen distantes pero es grato distinguir a las guitarras desarrollarse de una manera mucho más natural y limpia, incluso cuando en las grabaciones son dos guitarras las que suenan. Y está bien, Endless Now no nos va a pasar por arriba con su punk poderoso sobre ruedas como antes, pero esta vez vamos a estar arriba de ese auto, con el aire fresco de la ventanilla soplando dulcemente en la frente.

#367 - Male Bonding (2011)

Friday, August 19, 2011

Father, Son, Holy Ghost

Girls sacó su primer disco hace dos años eternos. El dúo de San Francisco había estado grabando en el garaje de sus padres desde 2007, moldeando y perfeccionando el sonido que dio luz recién en 2009, consagrando al debut Album fácilmente como uno de los mejores discos del año. En 2010 decidieron sacar el EP Broken Dreams Club que los llevó a reencontrarse en la listas de lo mejorcito del año con seis canciones que, si bien mantenían el sonido característico amoroso del ahora quinteto, escuchar la evolución y el nivel de composición llegaba a ser portentoso. Hace unos meses la banda anunció su segundo disco, Father, Son, Holy Ghost, generando una ansiedad auricular hacia un disco que da bastante para hablar.

Honey Bunny abre con un rasguido similar a Lust for Life en Album, solamente que emprende camino acompañado de una batería y una inmediata segunda guitarra surfera advirtiendo de los nuevos integrantes que se sumaron al tiempo. Christopher Owens les dedica un estribillo a las minas que lo rechazaron por su cuerpo huesudo y su pelo sucio, se le declara a una chica sin antes ir al puente melancólico y recordar como su madre fue la única mujer que en serio lo bancó. Bueno, venimos bien. Alex (las canciones con nombres de mujeres prevalecerán) sigue con un sonido mucho más similar al Girls del ’09, recuperándose de puentes instrumentales (que no me sorprendería si los demandaran por plagiar a Taylor Swift o alguien) con el llamativo golpe de guitarras y el balbuceo de Owens.

Die puede llegar a ser una de las mayores sorpresas del disco, como si los hippies hubieran vendido los Hofners y Rickenbackers para cazar unas Ibanez y mandarse solos sobre riff pesado pseudo metalero, y un final a un tempo más reducido, como si fuera una de esas canciones harmónicas de Led Zeppelin o Wolfmother minus machísimo. Definitivamente Vomit, el solo sangrante, los coros de the Great Gig in the Sky, y el puente bien bien chicloso de la mejor manera posible. Los coros aparecen anteriormente en My Ma, lejos de caer como “una más” y resaltar por su simpleza y sinceridad.

Me gustaría estar completamente confiado de decir que el álbum funciona mejor como una suma de las partes antes que dividido en once, aunque lamentablemente no. Es problable que en total haya más canciones que no terminen completamente convenciendo ni cerrando que de las que llenan la cuota hasta el tope. Temas como Saying I Love You se presentan como una repetitiva y cursi canción country, destinada a la basura si no fuera por los versos sentimentales y sus guitarras oníricas. Magic no tiene retraimiento en mostrar el Queen que tiene adentro y tropezar de manera absurda al lado de canciones tan sinceras como Just a Song.

Muchos pueden irse decepcionados a la hora de escuchar Father, Son, Holy Ghost si es que no están preparados para desprenderse completamente de las telarañas de guitarras y las atmósferas de ruido fidélico que corrían como una de las mayores ventajas de la banda. Por esta misma razón, el disco está lejos de ser lo inmediato que se esperaba, o hasta lo alegre, aunque en cada rincón de las confesiones y los estudios acerca de la soledad humana haya varios mensajes positivos, sin los cuales la temática espiritual y religiosa del disco no tendría sentido. Sin embargo, si hay algo de qué acreditar a Father, Son, Holy Ghost, es de que sin importar cuántos descuidos y dislates nos tuvimos que bancar, nos deja con ganas de un poco más.

#366 - Girls (2011)

Tuesday, August 16, 2011

WIT'S END

Después de sacar Catacombs en 2009, el californiano Cass McCombs parecía haber alcanzado la cúpula de su carrera. El cuarto disco desde sus primeras grabaciones en 2002, llegó como una síntesis de todos sus trabajos, consagrándose como uno de los tantos discos espectaculares del año. Pero más que nada, Catacombs significó el crecimiento y evolución impresionante de un artista que recién estaba preparándose para romper expectativas.

Entre un sonido desolador que titubea logrando no caer en un folk plano ni en pop melodioso, la imagen de McCombs exponiendo sus propias tripas en la mesa no deja de prevalecer a lo largo del disco. Wit’s End se encierra líricamente de principio a fin en la soledad humana como objeto de estudio primordial. Visto de esta manera, el disco bien podría haber sido un cubo asfixiante doloroso sino fuera por el amplio sonido con el que se atrevió a experimentar como nunca lo había hecho antes.

Es el amplio rango de elementos diversos el que mantiene al disco novedoso entre sus ocho canciones al mismo tiempo en que sostiene un manto de misterio sobre cada instrumento y especialmente en la voz. County Line empieza de la manera más accesible posible, desplegando uno de los fuertes de McCombs: mantener el sonido simple y tranquilo y al mismo tiempo sonar tan fuerte y pesado en otras dimensiones. A partir de ese punto el disco puede llegar a sonar poco fresco, por lo que se vuelve difícil escuchar varias veces de principio a final.

Canciones como The Lonely Doll, con sus campanas angelicales y su percusión lluviosa, o Memory’s Stain juegan medianamente en contra, repasando sobre elementos y aspectos del disco que ya habían quedado en claro al principio y se repiten débilmente. El cierre del disco, A Knock Upon the Door es una balada difícil de nueve minutos ya que, aunque la incursión de trompetas y vientos en la canción puede ser grata al principio, es una canción que tranquilamente podría haber durado menos de la mitad y haber dejado en claro lo mismo, calificativamente. Cass McCombs sigue por un buen camino, aunque posiblemente deba ordenar un poco sus ideas sin sonar repetitivo si quiere que volvamos a escuchar un próximo disco de principio a final.

#365 - Cass McCombs (2011)

Thursday, August 4, 2011

In the Mountain In the Cloud

Desde Waiter: “You Vultures!”, su primer disco en 2006, Portugal. The Man supo cómo mantenerse ocupado. Sacando un disco por año, acercándose al reconocimiento medial pero alejándose progresivamente de sus raíces, cada nuevo año traía un nuevo trabajo y al mismo tiempo una nueva cara. Pero ¿qué tiene el sexto disco de la banda que haya carecido en su carrera pasada? Para empezar, In the Mountain In the Cloud es el primer disco de los alaskeños lejos de una discografía cuasi independiente, y de la mano de Atlantic Records se armaron con un plantel magistral de productores.

Recién llegaron a los oídos de varios con su segundo disco, Church Mouth (2007), que aunque pasó muy desapercibido, mostraría una faceta psicodélica y experimental excepcional a la que prefirieron no volver a visitar en el futuro. Censored Colors llegó en 2008, considerado una de las producciones más ambiciosas del año y de la carrera de la banda. Llevando el neutro rock psicodélico a territorios orientales al mismo tiempo en que ampliaban la línea de instrumentación sin miedo de experimentar con trompetas jazzeras ni instrumentales audaces, Censored Colors marcó un antes definitivo para la banda. Los años traerían al cuadrado y convencional The Satanic Satanist (2009) juntó a su versión acústica The Majestic Majesty el mismo año, y American Ghetto (2010), disco que a diferencia de su anterior, no estaba tan desesperado por sonar accesible y tradicional, pero sí mostraba a una banda poderosa recuperándose y desesperada por no desaparecer en el olvido.

Se puede decir que Portugal. The Man pasó gran parte de su carrera buscando la mejor manera de explotar su sonido, intentando ser un monstruo pop mientras esquivaban el rock psicodélico ambicioso que los hizo gigantes en primer lugar. Mirándolo de esa manera, In the Mountain In the Cloud es una vuelta a ese sonido en proporciones chicas. Mientras que el disco no es un borrón y cuenta nueva después de sus discos anteriores: no es difícil encontrar las baladas poperas de the Satanic Satanist y el beat de American Ghetto.

Con So American abriendo el disco y mostrando sus influencias Bowiescas sin miedo, se puede hacer una idea bastante tangible de lo que el disco nos espera. Es por esta razón que, aunque definitivamente me alegra escuchar a la banda esforzándose por ampliar sus propios límites en la producción e instrumentalización del disco, muchas veces se siente como si estuviéramos escuchando la misma manera de grabar y estructurar la canción una y otra vez. Llenos de guitarras, violines, coros incesantes, Portugal. The Man no deja de repetirse a si mismo dentro del disco, como un copy paste en las ecualizaciones y mezclas.

Sin embargo, hay momentos que se destacan dentro del disco. Sleep Forever cierra el disco tomándose su tiempo en formar capas y capas para explotar en su debido momento. Son canciones como estas o el single Got It All que brillan con sus excesivos falsetes en un disco en un disco un poco redundante, no solo en la manera de producir las canciones, sino también cuando se evalúan las progresiones de acordes, y las melodías. Me alegra poder escuchar el disco y que me guste por lo menos un poco a diferencia de lo odioso que cada disco se volvió después de Censored Colors. Supongo que en un año podremos saber si la banda sigue encaminada en el sonido que le conviene como identidad, o en el sonido que le conviene como producto.

#364 - Portugal. the Man (2011)

Thursday, July 28, 2011

Unknown Mortal Orchestra

Después de haber escuchado y visto cómo se difunden como una especie de virus, estos años no dejan de traer bandas cuya intención parece ser usar todas las técnicas de grabación necesarias para hacernos sentir especialmente en los ’90s, aunque también en los ’80s, ’70s y ’60s. Unknown Mortal Orchestra es la última propuesta de este conjunto de bandas retrógradas del año, aunque no hay que escuchar muy detenidamente para saber qué es lo que tienen ellos que no tiene Yuck o Smith Westerns.

En un collage que incluye la técnica de No Age para sonar setenteros, elementos distantes de Ariel Pink, un poco de Captain Beefheart por acá y un poco de funk por allá, no es describir el disco debut de los neozelandeses en un solo párrafo y abarcar cada aspecto que brinda. Tomando Ffunny Ffrends por ejemplo, que abre el disco con una batería rapera ligera, un punteo de guitarra juguetón que no termina de sonar a No Age cuando empieza a rasguear en un efecto psicodélico acompañando a la voz nasal de Ruban Nielson. El punteo vuelve para reforzar la melodía del estribillo y una vez más al final de la canción dejándose llevar por el fade-out.

El disco avanza y, sin darnos cuenta, estamos escuchando Thought Ballune, que si bien comparte la misma técnica de grabación que Ffunny Ffrends y que todo el disco, se encarga de meter un poco más de distorsión en el bajo pero pop en las voces. Sobre toda esta combinación, existe una manta psicodélica encargada de envolver cada instrumento y sonido para convertirlo en algo único. De vuelta la guitarra queda jugando en un riff que se va con el fade-out, patrones que se repiten sin molestar a lo largo del disco. El single How Can U Luv Me no escapa de esa misma estructura y plantel de patrones, garantizando quedarse en nuestra cabeza por semanas. Más adelante, la banda no tiene miedo de romper su propio modelo, con canciones como Nerve Damage!, rompiendo todo con la distorsión en una canción que parecía empezar como una intermisión psicodélica.

Lo que hace a Unknown Mortal Orchestra una banda no fácil de descartar harto de tantas bandas retrógradas presentes, es la dificultad de saber con exactitud a qué tiempo nos están tratando de llevar. Muchos se sienten cómodos pensando en los discos McCartney y McCartney II (los primeros dos discos del Beatle como solista) cómo las principales fuentes de influencia pop y experimental, mientras que otros no dejan de repetir nombres como Syd Barret y the Kinks. Personalmente, prefiero asociarlos con una versión mecánica y de alguna manera tétrica de los Jackson 5… pero bueno. Es cuestión de escucharlos y sacar vuestras propias conclusiones.

#363 - Unknown Mortal Orchestra (2011)

Sunday, July 17, 2011

Skying

Con su primer disco en 2007, se puede asumir que the Horrors tuvo una oportunidad de enfrentarse cara a cara con la decepción. Strange House daba a conocer una banda demasiado concentrada en no salir de una estética insípida que no dejaba expresar sus propios sonidos natos. Sin embargo, la banda tardó dos años en mostrar una pseudo-nueva cara con Primary Colours, discó con el que alcanzó un sonido que les quedó mucho más natural, combinando ciertos aspectos góticos y shoegazers de Strange House pero sin miedo de revelar sus influencias post punk.

Este año vuelven con un nuevo disco, en el que se anticipa una continuación en términos de maduración de sonido. Seguramente sea por esto que Skying, con todas sus expectativas cargadas, pueda sonar no tan emocionante ni interesante como su anterior. Es muy difícil encontrar algún momento en el disco que no suene como una progresión natural para la banda desde Primary Colours, aunque tampoco es complicado encontrar momentos en los que se siente una exageración en los detalles que the Horrors identificaron como ventajas y fuertes en su disco anterior.

El problema principal viene a la hora de sumergirse un ambiente ruidoso y sobrecargado de efectos. Changing the Rain abre el disco de la manera menos favorable posible, rompiendo la puerta para querer hacernos digerir a la fuerza el nuevo sonido sin darnos tiempo a entender completamente qué está pasando. A diferencia de otros discos de este año en los que también se hiso un uso exhaustivo de efectos con reverb y demás para darle color a su shoegaze post punkeado, cualquier efecto agregado en Skying trata de cumplir abruptamente el objetivo de esconder el sonido y borrar la cara de la banda.

Skying es sin embargo un disco disfrutable en varios momentos, cuando the Horrors logra superar el pánico escénico y sacarse las máscaras para demostrar que es lo que hiso único su sonido. Desde I Can See Through You, las canciones que le siguen llegan como un alivio a un disco que por ahí empezaba a sonar abrumador en el peor sentido de la palabra. Endless Blues es una canción cuyo fuerte contrasta con ese tercio nubloso del disco: los bajos, las voces y los sintetizadores se escuchan claramente, y aunque sea una canción bastante digerible, pierde esos elementos únicos que la banda aprendió a cultivar en Primary Colours.

El single Still Life también se presenta bajo el mismo panel de claridad, en donde el sintetizador y los bajos cumplen un papel casi protagónico acompañando la voz de Faris Badwan, probablemente la canción más ochentosa que the Horrors escribió hasta el momento. A continuación, el disco va llegando a su final con Moving Further Away, que con sus casi nueve minutos de duración se puede decir que cumple el mismo propósito que Sea Within a Sea. Experimentando con un lado más movido y electrónico, el tema logra encajar perfectamente en el disco sin permitirse sonar desubicada.

Por más que Primary Colours sea un disco que me encanta revisitar de vez en cuando, me alegra que the Horrors no se haya repetido, y pueda experimentar en un disco muy disfrutable. Skying es un disco en el que no nos podemos confiar en las primeras impresiones para sacar veredictos o desecharlo para no volver a escucharlo nunca más, aunque tiene momentos que sin importar cuantas veces los escuchemos, van a seguir sonando igual de inentendibles y sobrecargados.

#362 - The Horrors (2011)

Wednesday, July 13, 2011

No Color

La historia se repite una y otra vez. La banda saca su primer disco consagrándose como la nueva revelación, el disco que será recordado hasta que se separen como “el primero”, “el único”, “el fresco”, “el original”. La banda saca un segundo disco y al no poder alcanzar las expectativas, se van de a poco marchitando en el olvido. ¡Pero no desesperéis! Si los egos aguantan la tensión y no disuelven la banda, siempre podemos contar con el gran regreso después de un tiempo de recapacitación y reconectarse con sus raíces.

The Dodos se mantuvo en repeat constante con su primer disco (pasando por alto el disco proyecto que grabó el cantante Meric Long solo) Visiters (2008), en donde se presentaban como una propuesta folk medianamente atípica. El mismo año en que Fleet Foxes sacaba aclamado debut homónimo, the Dodos nos mostraba la otra cara del folk, bastándose en percusiones, una guitarra acústica furiosa y unas eléctricas ocasionales para crear un ambiente crudo y agresivo (bueno… agresivos para ser folk). La simpleza en el sonido de la banda se vio afectada cuando agregaron un tercer miembro para su segundo disco, encargado de sumar xilófonos o teclados. Fue así como salió Time to Die (2009), disco en el que la banda también se apoyó en la producción de Phil Ek, quién había trabajado ya con Band of Horses, y Built to Spill. Ek, a pesar de hacer un gran trabajo puliendo el sonido de la banda y ayudándolos a experimentar con un diferente punto de vista, Time to Die sonaba a la par de bandas como the Shins o Fleet Foxes (ambas producidas también por Ek), y volvía muy fácil de confundir a the Dodos con cualquier otra banda pop de esa gama saturada.

No Color promete rescatar los elementos característicos y ventajosos de the Dodos desde la primera canción: Black Night abre el disco añorando el sonido de una banda directa y efectiva, sin miedos de jugar con un sonido levemente más oscuro esta vuelta. Sin embargo, No Color no es un borrón y cuenta nueva: la banda supo con qué quedarse de su segundo disco para adaptarlo y personalizarlo en una manera que cumpla con el objetivo del tercero.

The Dodos suenan mucho más estructurados y menos espontáneos que antes, síntoma de la maduración que los llevó a hacer un disco más oscuro y muy coherente. La banda demuestra más que nunca que su fuerte es ser directo: si quieren crear tal tipo de ambiente agresivo no tardan en hacernos sentir en medio de una guerra acústica. Es cuestión de repetir tanto simbólicamente como literalmente las premisas para entender la desesperación en las letras de Sleep, y las esperanzas en Companions. No Color puede no tener esa espontaneidad que nos mantenía alertas de cada cambio de ritmo en las primeras canciones, pero es definitivamente un paso adelante en la historia de una banda que, al parecer, aprendió sus fuertes pero sigue con ansías de experimentar.

#361 - The Dodos (2011)

Thursday, July 7, 2011

Elephants at the Door

“No importa cómo suene, tiene que ser psicodélico”. Esa fue la promesa con la que el italiano Wikus Van De Merwe y su novia se encerraron a fines de año en Los Ángeles a grabar su primer disco. Juntos habían grabado Plumy Tale a mediados de 2010, canción que había recibido elogios de todo tipo, aunque se desconocía completamente de dónde venía ese dueto, esa línea de bajo, y esos coros. Teniendo esa canción como única referencia, la pareja se dispuso a grabar el disco, abierta a cualquiera que sea la dirección que el sonido tome durante las sesiones, siempre y cuándo suene psicodélico.

Elephants at the Door está influenciado por millones de cosas, y muchos no tardaron en compararlo con Cosmogramma de Flying Lotus desde los ojos del rock y pop psicodélico. Grizzly Bear pero con más energía, con Edward Sharpe and the Magnetic Zeros pero menos hippies; el hijo entre que salió de una orgía entre Air, Led Zeppelin y the Velvet Underground; sea cual sea la ecuación de bandas que formule la crítica para tratar de entender Dumbo Gets Mad, Elephants at the Door se inclina en un territorio bizarro, mezclando cosas que nunca se nos hubiera ocurrido que quedarían bien.

Tomando canciones como Sleeping Over por ejemplo, no hay que poner mucha atención para admirar cómo se traspapelan una tremenda línea de bajo muy dub, unas voces con efecto chipmunk-alien, y un saxo ocasional. Otros temas como Harmony empiezan de una manera muy cálida, con una guitarra un poco reggae, unos tambores por atrás, la línea de bajo siempre presente, y los coros a lo Little Joy; todo esto para después pasar en la misma canción a un trance psicodélico y un estribillo rodeado con efectos de campanas. Es una de las producciones más creativas del año, llevándose todos los premios teniendo en cuenta que todo lo que escuchamos viene desde la cabeza y a través de las manos de un solo tipo.

Más que nada, el fuerte de Dumbo Gets Mad en todo momento es la creación de ambientes sonoros. Las canciones se conectan entre sí, cada una con su estructura poco convencional, aunque después de un tiempo uno puede llegar a preguntarse si existen más efectos que canciones en sí. Es entendible como después de un tiempo, puede llegar a ser un disco que moleste a la gente que venía acostumbrada a algo más simple, carente de experimentos sónicos, ya que después de todo, Elephants at the Door es un disco que requiere si no toda, por lo menos el 99% de tu atención las primeras veces, sin agobiar el oído.

Es la excentricidad en Elephants at the Door que lo hace brillar como único con sus bajos funkadelicos, sus sintetizadores orgánicos, los beats y las guitarras lejanas, diferenciándose de todo el indie pop convencional que satura la escena. Por momentos me hace acordar a mucho de con lo que estaba experimentando MGMT en Congratulations y lo logró en su propia manera. Muchos van a analizar exactamente cómo hiso Dumbo Gets Mad para llevar una idea a territorios experimentalmente muy poco explorados sin perder su esencia en el camino. Por ahora, no lo tuve que escuchar mucho para darle el título de uno de los mejores que escuche este año, fácil.

#360 - Dumbo Gets Mad (2011)

Wednesday, July 6, 2011

Bon Iver

Desde que su primer disco For Emma, Forever Ago (2007) pegó de manera relativamente pasiva en las listas de lo mejor de la década, se puede decir que Justin Vernon no tuvo tiempo para respirar. Entre colaboraciones con varios artistas, un nuevo EP, una aparición en el disco de Kanye West, y grabar un par de proyectos apartes, el segundo disco de Bon Iver asomaba como uno de los discos más anticipados del año (aunque difícilmente se haya ganado el título con tanto Strokes y Arctic Monkeys).

Si vale la pena mencionar que el disco fue grabado mientras Vernon estaba encerrado en su casa un invierno entero recuperándose de mononucleosis, es porque el disco refleja todo lo contrario. No hace falta escucharlo muchas veces para darse cuenta que el nivel amplio de instrumentación en cada canción no se puede contar con las dos manos: cada tema es una sólida expansión y un quiebre de la perspectiva que guardábamos de Bon Iver con su primer disco melancólico. Sin embargo, las voces y los relatos desgarradores que hicieron ese debut un álbum tan poderoso siguen intactas: el método de evolucionar de un trabajo con baterías escasas y guitarras simples a una ambiciosa producción sin perderse en el proceso es algo que le faltó a varios discos etiquetados como folk de este año.

Con cada escuchada se descubren más y más espacios en cada canción, sentimiento provocado especialmente por la masiva percusión y todos los sintetizadores diferentes que tocan al mismo tiempo. Especialmente en canciones como Perth que abre el disco con guitarras casi angelicales que no hacen más que flotar en ese ambiente hacen resaltar la producción llena de coros de iglesias y redoblantes por todos lados mientras que un par de trompetas y clarinetes se asoman muy por atrás.

El disco avanza para experimentar con un par guitarras eléctricas y levemente distorsionadas cuando puede que en canciones como Minnesota, WI, coexistan momentos hermosos con pedazos donde puede llegar a parecer que un banjo, unos instrumentos de viento y unos golpes distorsionados irrumpen simplemente para hacer ruido, corrompiendo la estabilidad sonora y la experimentación interesante con la que venía encaminada la canción. Una vez pasado ese momento de incertidumbre, el álbum se expande en canciones como Holocene o Wash., donde la capacidad para crear escenarios cómodos y fríos al mismo tiempo es inmensa.

Bon Iver brilla en los momentos en los que la instrumentación llueve de manera natural y hace fusión con el propósito de la canción. En otros momentos parece que lo que estamos escuchando fue ideado de tal manera para que uno se dé cuenta de los nuevos sonidos con los que Vernon no tuvo miedo de experimentar, pero sin ningún otro objetivo en particular.

#359 - Bon Iver (2011)

Tuesday, July 5, 2011

The English Riviera

Desde Inglaterra, los poperos de Metronomy vienen evolucionando con cada disco desde 2006. Después de que un par de versiones remixadas de sus primeros temas se difundieron en internet, su segundo disco, Nights Out (2008), aterrizó con unas expectativas servidas y oídos curiosos y ansiosos por pop bailable. Este año, la banda vuelve con un nuevo line-up y un tercer disco que encabeza la gran mayoría de las listas de lo mejor del año.

A medida que la banda fue progresando desde sus comienzos, fueron perdiendo esa excentricidad que los hicieron novedosos pero concentrándose en una visión más amplia del sonido que querían tener. The English Riviera es un gran paso en el largo camino de Metronomy a la creación del pop perfecto, trabajando arduamente en la composición de canciones y confiando más y más en sus habilidades para instrumentar estas canciones y menos en lo que la producción podría llegar a agregar al disco.

En su mejor momento, la banda demuestra un talento infinito en crear capas y capas de orquestación, un elemento que venían explotando desde su primer disco instrumental pero de una manera mucho más minimalista. En un lado opuesto, la banda sabe exactamente como sonar precisa en el momento justo, con cada sonido sumando y manteniendo una estabilidad instrumental tremenda. El primer ejemplo que llega a los oídos es We Broke Free, canción que abre el disco después de una breve introducción con sonidos de playa. Este tema sirve como punta del iceberg, demostrando que tan bien pueden sonar unos beats y un bajo mientras cada sintetizador, guitarras eléctricas y limpias, y voces que rebotan, se suben al viaje.

La primera mitad del disco es la que se encarga de pulir estas ventajas que tiene Metronomy sobre varios trabajos pop que salieron este año. Dentro de una experimentación limitada pero entretenida, la banda suena redonda y concreta, excepcionalmente ecualizada para lograr lo que se proponen. Desde que arranca el disco, hasta The Bay, the English Rivera abre y cierra puertas al mismo tiempo en que mantienen una ambientación concisa y concentrada.

Para el último tercio del disco, la banda se aleja del fuerte del disco, que definitivamente es la composición desde cero. Se siente como si the English Riviera hubiera sido un maratón, y en los últimos kilómetros tuvo que buscar soporte y descansar en la producción del disco, quién podría haber hecho un mejor trabajo en esta última parte. Las últimas dos canciones del disco, se encargan especialmente de crear fuertes sonidos pop orquestales, casi sonando como improvisaciones bien practicadas. Para muchos, estas canciones funcionarán como puntos de anti-climax, mientras que para otros puede ser que suenen como un crescendo final. Sea cual sea el gusto o la opinión, lo que deja en claro el disco cuanto termina, es que este es un disco muy bien pensado, y un tremendo punto de referencia para la banda.

#358 - Metronomy (2011)

Tuesday, June 28, 2011

Take Care, Take Care, Take Care

Uno de los principales representantes contemporáneos del mundo del rock mudo y las guitarras progresivas, Explosions in the Sky, sacó su sexto disco de estudio después de una gira y un descanso de cuatro años. En estos casos, la pregunta que inevitablemente juega en nuestra cabeza es ¿valieron la pena estos cuatro años de espera?

Con un soundtrack y cinco discos detrás, la banda aprovechó el tiempo entre su quinto trabajo y Take Care, Take Care, Take Care para empujar y romper las barreras del post rock (aunque la banda no se sienta identificado con el término) a alturas increíbles. Con una base de oyentes creciente, es increíble que una banda instrumental, de una discográfica independiente, y de una escena under, haya logrado tanto reconocimiento.

El cuarteto de Texas sabe exactamente con qué tipo de rock instrumental se siente cómodo: a diferencia de varias bandas instrumentales de art rock, Explosions in the Sky se encarga de llenar oídos y pulmones con rock de tres guitarras, una batería, y un poco de bajo. Trabajando con la misma fórmula desde hace 10 años, es difícil en cierta manera sentirse decepcionado por Take Care. La banda sigue buscando belleza en la textura sonora cueste lo que cueste, en un disco de seis canciones que llega a los 46 minutos. Explosions in the Sky conoce de memoria las ventajas de su música y no tiene miedo en demostrar la capacidad de doblar la estructura tradicional de la canción para desplegarse en crescendos y decrescendos.

Sin embargo, no se puede decir que la banda no hace de todo para mantener la propuesta interesante: la experimentación dentro del concepto instrumental se da en Trembling Hands, canción en la que hacen uso de un sampler con voces repitiendo “ha ha ha”. De cualquier manera, el disco se sintetiza como más de lo mismo, pero ejecutado con un talento increíble, en un escenario en el que el baterista Chris Hrasky trata de robar protagonismo luciéndose con terribles juegos rítimicos. Los fanáticos de la banda van a notar un cambio dentro de lo qué estaban acostumbrado a escuchar de la banda, especialmente en canciones como Last Known Surroundings y en otras con un leve uso de guitarras acústicas o violines. Mientras tanto, los demás que no estén muy familiarizados con otros discos post rock tienen que preguntarse si están de humor para escuchar un disco instrumental o no. 


#357 - Explosions in the Sky (2011)