Pocas bandas americanas generan tanta conmoción antes de sacar un disco como the Black Keys. Con seis discos en el baúl, digamos que el dúo de Ohio es conocido por rockearla a lo loco a guitarra y percusión, desde 2001. Diez años después, la banda se toma un descanso de su extensiva gira americana para grabar El Camino, y demostrar una vez más qué es lo que mejor saben hacer.
Al igual que en su antecesor, El Camino cuenta de principio a final con el mismo formato de banda antes que el de dúo ruidoso y efectivo. Esto no significa que no sepan cómo entretener: desde el single Lonely Boy los riffs encuentran la manera de prevalecer y la batería de irrumpir esos auriculares sin piedad. Rápido y conciso, llega a ser difícil encontrar sobrevivientes después de un estribillo tan convincente y cargado de coros.
De la mano de Danger Mouse, la producción toma el sonido blusero y pulido de Brothers (2010), donde Mouse metió mano en uno que otro tema, con la intención de afianzarlo y afilarlo con los momentos más violentos y grasientos de Attack & Release. Con canciones inmediatas una detrás de la otra, El Camino confía en su consistencia de temas efectivos para tenernos eufóricos sin antes dejarnos respirar. Y si esta estrategia funciona a todo vapor es gracias a la falta de canciones sueltas de tuerca, conformando un trabajo que funciona tanto como conjunto y tomando individualmente cada porción, aunque la vaya mucho mejor en ésta última.
El álbum alcanza el climax emotivo con Little Black Submarine amagando ser una pieza acústica para que Auerbach desahogue sus penas, pero antes de que nos demos cuenta la distorsión volvió y estamos en medio de una pelea entre batería imponente y solo de guitarra, contienda que habrá causado piel de gallina a más de un alma. Pero más allá de las dos canciones ya mencionadas en esta reseña y en cincuenta otras, son las canciones que al principio pueden pasar desapercibidas pero que no dejan de mantenernos en la punta de la silla: Hell of a Season es una estampida a bajo y percusión, Gold On the Ceiling es la razón por la que existió el Rock Band, por nombrar otro par.
La lírica levemente distorsionada no varió mucho desde Brothers: gracias a Dios, las mujeres siguen rompiendo y seduciendo el corazón blusero de Auerbach de alguna manera u otra, sea ignorándolo (Lonely Boy), o hasta lavándole el cerebro (Mind Eraser). El talento de encontrarle la vuelta en más de un verso cómico o poético sigue innato, y pasa lo mismo the Black Keys en general: los riffs siguen estando, y los solos siguen inspirando nuevos sinónimos de “increíble”. Las diferencias se levantan y se muestran con orgullo, siendo parte de su evolución y maduración sonora más que un tema de “venderse” o no.
El Camino puede estar lejos de sorprender de la misma manera en que el dúo lo había hecho en el pasado. Del otro lado de la monera, el oyente que contaba los días para la salida del disco puede no encontrarse con un disco sorprendente pero sí con algo que hace falta hoy en más de una banda. Como bien expresó Carla Fumagalli en su columna a principios de mes, the Black Keys es ese rock sesentoso en donde las influencias y los protagonistas eran uno solo. Si algo lograron con su último trabajo es dejar de ser la banda que se la pasaba explotando garajes hace diez años, y ser la leyenda (¿anacrónica?) de hace cuarenta.
#374 - The Black Keys (2011)
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