Desde hace cuatro años que Peaking Lights lleva la tarea de ponerle música a la noche. Se puede hasta decir que cualquier persona familiarizada con el trabajo de la banda sabe que escuchar un disco del dúo americano de día es pecado. Su nuevo disco conceptual, Lucifer, reconoce finalmente esta asociación, y se hace responsable oficialmente de la tarea. Con su orquesta infinita de sintetizadores, beats y loops mecánicos, bajos repetitivos y efectos, es difícil pensar en una banda más adecuada que Peaking Lights para instrumentalizar la noche más interesante del año.
Moonrise da comienzo a la noche, con una introducción de teclados como xilófonos y capas de sintetizadores y loops a mecánicos. Pero es el primer single del disco, Beautiful Son, el que ya nos posiciona en un viaje de trasnoche con la voz maternal de Indra Dunis reverberando entre bajos distantes y pianos minimalistas. Y si la canción llega a ser una de las canciones más interesantes del repertorio de la banda es porque logra mantenerse sin un beat pedante tan acostumbrado en Peaking Lights. Ah, y también porque está a 10 o 20 tempos menos de ser 19-2000.
Lucifer recupera en seguida esta carencia rítmica, yéndose justamente al otro extremo con Live Love, con una cadena de baterías electrónicas y bajos que juegan entre el límite dub, estirándose hasta casi llegar los siete minutos. La estructura de las canciones está mucho más clara que en el trabajo anterior de la banda, 936 (2010), llevando al oído a hacer pensar que “todo está dónde debería estar” no solamente desde un punto de vista tímbrico como el disco anterior, si no que en términos compositivos.
El hecho que Peaking Lights se hayan vuelto padres desde su último disco puede ser que no repercuta tanto en Lucifer: además de la “canción de cuna” de Beautiful Son y las risas del recién nacido en LO HI, la psicodelia sigue siendo tan agresiva como las letras subversivas. Sin embargo, puede que la pareja este encarando la paternidad desde otro lado, siguiendo creando paisajes lisérgicos y tonos coloridos a través de la repetición, herramienta muy efectiva si lo que se quiere es mantener al oído fascinado.
Con tres discos bajo el brazo, Peaking Lights sabe exactamente las limitaciones de su propio sonido, y, aunque no deje de ser un poco decepcionante, la banda no tiene pensado ni mover la perilla de sus efectos de guitarra, o variar las baterías electrónicas y mucho menos el reverberación en la voz de Dunis. El nivel artístico que alcanzaron con su disco anterior, esa producción que tanto difiere de las grabaciones caseras anteriores, parece haber llegado para quedarse. Es por eso que mucho de lo que ya se dijo en el pasado, o los adjetivos que se le den a cualquiera de las canciones actuales, sirven para generalizar con gran detalle gran parte del disco.
Con la outro Morning Star, los rayos de luz luchan por salir entre guitarras chillonas, pianos desfigurados y un corte abrupto. Pero, si los cuarenta y tres minutos y pico de Lucifer no sirvieron para cubrir técnicamente toda la noche, entonces no hay que dudar en la repetición, por lo menos es bastante sabido que Peaking Lights tampoco.
#379 - Peaking Lights (2012)
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