“Dondequiera que estemos, lo que oímos más frecuentemente es ruido. Cuando lo ignoramos, no molesta. Cuando lo escuchamos, lo encontramos fascinante. El sonido de un camión a cincuenta millas por hora. La estática entre emisoras. La lluvia. Queremos capturar y controlar estos sonidos, y usarlos no como efectos sonoros sino como instrumentos musicales.” Explicaba John Cage en una charla con la sociedad de arte de Seattle, en 1937. ¿Existe alguien que haya tomado la palabra de Cage de manera más literal que Ryoji Ikeda?
Ryoji Ikeda es un artista japonés, instalado en Paris, que desde los ‘90s viene aportando con sus experimentos musicalmente ambientales, y otros trabajos en los que juega con frecuencias altas y patrones rítmicos no convencionales. Su primer aparición publicada fue en un compilado titulado “Silence CD” (¿qué tal, Cage?), aunque el primer disco que lanzó por sí solo fue 1000 Fragments (con su propia discográfica, CCI) en 1995. Desde entonces, la carrera de Ikeda se centró en las cualidades físicas del sonido y su causalidad con la percepción humana, acumulando varios premios bajo el brazo, y ganando atención con sus exposiciones y experimentaciones visuales en museos de todo el mundo.
1000 Fragments está dividido en tres partes: Channel X, 5 Zones, y Luxus. La primera, compuesta por grabaciones que datan de 1985 a 1995, es la que le da nombre al disco, conteniendo mil pequeños fragmentos de sonidos (aunque no creo que exista un alma que se haya animado a contarlos) editados uno detrás de otro. Estas pequeñas piezas apenas llegan a los doce minutos, por lo que poco sentido tiene analizar cada una de las nueve por separado, por más que sirvan en esta crítica como referencias. “Testone” es una abrupta introducción, si es que se le puede decir introducción a siete segundos de interferencia. “Trans-Missions” nos presenta “el horrible sonido más hermoso del mundo”, un torno odontológico perforador de tímpanos, antes que la anestesia empiece a hacer efecto y despertarnos en un cohete contando los microsegundos para despegar. Una máquina de escribir automática, una azafata que testea nuestro stereo, una llamada colgada, un beat electrónico, hacemos zapping entre noticieros y estaciones de radio, estática. La verdad es que describir literalmente cada sonido que aparecen en esta primera parte del disco, ocuparía fácilmente dos páginas; pero esto tendría tan poca gracia como escuchar el disco concentrándose solamente en cada fragmento.
El verdadero fruto de Channel X está en cómo reacciona cada fragmento entre sí, en las alternaciones entre los sonidos superficiales de transmisiones radiales, los profundos beats, las espaciosas frecuencias bajas, y las casi inaudibles frecuencias altas. Tomando el formato de la música electroacústica, pero desarrollando conceptos y herramientas de la disciplina acusmática, Ikeda opta por escenarios contrastantes e inmediatos pero igualmente de efectivos. Otra cualidad a favor es la creatividad humorística del artista: sea tanto como para crear juegos de palabras en los títulos (“Holy Wood” serviría como el mejor ejemplo), o la irónica relación título-canción. Con respecto a está última, no hace falta más que escuchar “Into the Tranquility”, y ver como un ambiente manso y pintoresco de capas y capas de sintetizadores, fiel al título, es abruptamente interrumpido por cortes de cantos dramáticos, órganos estrepitosos estilo “Tocata y fuga”, y una grabación de un micrófono perdido en una apocalipsis zombie. Y si eso no es humor, yo no se...
Con casi cincuenta minutos por matar, las dos últimas partes del disco componen el lado ambiental con el que Ikeda experimentó desde 1993 hasta 1995. Estas últimas dos partes del disco contrastan directamente con el Channel X, lejos de la espontaneidad que caracteriza a la primera parte, y las crudas grabaciones mecánicas. Sin embargo, no son pocos los que valoran a 1000 Fragments por la parte ambiental del disco, tomando los primeros 10 minutos del disco como una parte “fuera de personaje” o “desorientante” con respecto al resto del trabajo, aunque no dejan de ser intrigantes.
Mezclando sintetizadores, grabaciones de campo, y bastantes efectos indescriptibles, 5 Zones comienza con un paisaje sombrío, sonidos metálicos y explosiones muy ahogadas, manteniendo una frecuencia monótona en la primera zona, y mezclándose con una frecuencia mucho más baja en la segunda. De a poco, un discurso morse comienza a remplazar la frecuencia alta, mientras la frecuencia baja comienza a tomar una forma rítmica. Además de una belleza minimalista, las cinco zonas son un logro de alternación de frecuencias y fondo: por momentos una frecuencia baja marca el “silencio” sobre el cual sonidos más agudos toman el protagonismo, y otras veces, a través de una repetición monótona, o una cualidad rítmica, es la frecuencia alta la que planta el territorio sobre el cual la baja se desenvuelve libremente.
La cuarta zona representa el ritmo más tangible en todo el disco, con un beat electrónico sobre un bajo arrasador, dónde el código morse también se hace presente. La quinta y última zona se mantiene atonal bajo una frecuencia alta que marca el tiempo, donde parece no quedar rastro del cálido ambiente que nos había planteado el primer movimiento. Pasando la mitad, sin embargo, hay un corte abrupto y una frecuencia casi inaudible de lo baja esconde una grabación de campo en una playa desolada con gaviotas, con el viento golpeando al micrófono, y así terminando la segunda parte del disco.
Luxus 1-3 (¿un cariñoso guiño de ojo para FLUXUS?), también presenta en un primer momento un paisaje difuso, pero a medida que la progresión minimalista toma marcha, los sonidos y las imágenes que éstos transmiten se hacen cada vez más nítidos. Pero, a diferencia de 5 Zones, Luxus comienza con un paisaje mucho más luminoso y menos sombrío, con coros humanos (o seguramente sintetizadores que simulan serlo). A lo largo de más de dieciséis minutos, Luxus también experimenta con frecuencias bajas rítmicas, pero de una manera más espaciosa, en un viaje pasando por violines repetitivos, los sintetizadores indispensables, y volviendo a finalizar con los bajos. La estructura minimalista puede llegar a dar la impresión de haber recorrido kilómetros cuando los cambios panorámicos en realidad fueron mínimos y recurrentes, muchas veces volviendo a recrear los mismos paisajes.
Las obras de Ryoji Ikeda siguieron manteniendo este formato de varios discos dentro de uno, con experimentos que tardaron años en terminarse. Los trabajos publicados posteriormente a 1000 Fragments son considerados por la crítica como los ejemplos más radicales e innovativos de la música electrónica contemporánea. La técnica electroacústica de Ikeda en Channel X se vio explorada a lo largo de toda su carrera hasta el presente, y compone la base de las exhibiciones artísticas, acompañadas por imágenes de ruido blanco y pequeños fragmentos visuales. Las ideas principales para 5 Zones y Luxus 1-3 también fueron exploradas en discos posteriores como Time/Space. Por su cuenta, 1000 Fragments fue re-editado en 2008, llevando a los nuevos admiradores de Ikeda a conocer un poco de sus tempranas experimentaciones ambientales y orgánicas, en contraste con la electrónica mecánica y matemática con la que tanto se divierte tocando ahora. No importa si se lo escucha teniendo en cuenta que fue el comienzo de uno de los artistas claves en la orientación electrónica y experimental de la música ambiental, o en forma de re-edición novedosa, no hace falta estar muy involucrado en el género para darse cuenta que 1000 Fragments no envejeció ni un pelo.
#380 - Ryoji Ikeda (1995)
No comments:
Post a Comment