Ty Segall se consagró el año pasado como uno de los puntos de referencia más interesantes del garage rock, con su cuarto disco, Melted. Un artista que en discos anteriores prefería esconderse en gritos y distorsiones que en varios casos llegaban a un lìmite cohesivo. Sin potencial enterrado en esas canciones era indiscutible, y bastó una producción un poco más refinada para que la crítica empieze a escucharlo de manera diferente. Después de sacar un tremendo disco en vivo, grabar su sesión en Daytrotter, y tocar sin parar por Europa y Estados Unidos, Segall se encerró un par de semanas para grabar el que sería su quinto disco, advirtiendo un enfoque mucho más limpio y fresco.
Durante la grabación de su disco anterior, Ty Segall encontró la confianza para mostrar un lado mucho más tranquilo, sin necesidad de esconderse, sin miedo experimentar con canciones lentas y melódicas. Sin dudas, esas eran las canciones que se distinguían del disco, con la intención de mantener la frescura dentro del garage rock pegadizo que tanto conocemos pero que puede llegar a empalagar. En Goodbye Bread, Segall logra seguir sonando distorsionado a la vez que recorre los límites de su propio género entre barreras psicodélicas y de glam rock, cada vez más cerca de encontrar el sonido específico que mejor le queda. Cada una de las canciones habrían resaltado en Melted, y más en sus discos anteriores, sin quedar desubicadas.
Solos cortos pero fuertes, bajos levemente distorsionados, baterías grabadas en sótanos, los ingredientes de todas las bandas de garage son enunciados de memoria al momento de describir el sonido de estas bandas. Goodbye Bread no trae nada nuevo a la mesa, no es un giro repentino para nadie, aunque no deja de ser un paso en la dirección correcta. Jugando con influencias variadas entre the Kinks, the Troggs y T. Rex, Segall madura como compositor a pasos medianos, jugando con varias influencias pero sin apropiarse completamente de ninguna.
Mientras el papel que tiene el rock distorsionado de garage en la música actual es confuso, discos como Goodbye Bread son los que marcan pequeños hitos para un género al borde de hartar oídos. Ty Segall, con una carrera constantemente en renovación a los 23 años de edad, puede llegar a ser el capitán encargado de mantener el garage a flote, trabajando a cuatro manos para sacar material solista y en colaboración con varias bandas al mismo tiempo. Goodbye Bread puede ser clasificado como "más de lo mismo" pero sonar fresco e interesante, como una tentación a sumergirnos en un género del que en un par de años seguramente nos dé verguenza acordarnos.
#355 - Ty Segall (2011)
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