Después sacar un bueno-pero-no-tan-gratificante quinto disco, 200 Million Thousand (2009), el cuarteto de Atlanta supo que tenían que cambiar algo para atraer atención a su próximo trabajo. Entonces, con la intención de sofisticar su sonido crudo y distorsionado, los garageros Black Lips consiguieron que Mark Ronson les dé una mano en la producción del album. La noticia se difundió por todos lados ya que era la primera vez en mucho tiempo en la que la banda no iba a figurar como únicos productores de su disco. Además, revisando la lista de discos en las que colaboró Ronson (artistas que van desde Lilly Allen, Adele, Amy Winehouse, Robbie Williams), se esperaba cualquier otro productor menos él.
Arabia Mountain llega como una colección interesante de 16 temas rápidos de la banda, como bien conocíamos en Good Bad Not Evi (2007). La gran mayoría no tardan mucho en pegarse e incrustarse en la cabeza, especialmente cortos como Raw Meat o Modern Art. Cuando en los discos anteriores se predecía una dirección extensivamente experimental y psicodélica, esta estrategia queda temporalmente ausente, por lo menos hasta You Keep On Running, el último tema del disco, en la que se sacan las ganas de usar punteos ácidos, y abriendo y cerrando en una misma canción, un ambiente bien stoner y lisérgico.
La producción de Ronson actúa de una manera muy pasiva sobre el disco, puliendo el potencial del disco como un conjunto más que ocuparse de cada canción en particular. La idea de sofisticar el flower punk de los Black Lips, y salir con un sonido mucho más limpio y digerible fue un camino tomado y pensado por la banda, por lo que Ronson sabe mantenerse al margen en términos de composición pero saber cómo reforzar sin influir.
La incorporación de un productor no implicó un cambio tan drástico y significativo como se esperaba. En comparación con lo que veníamos escuchando de la banda, se distingue el uso de solos psicodélicos y otro tipo de instrumentación que enriquecen el disco y marcan un punto de alejamiento del lo-fi característico de la banda. A pesar de esto, la nueva sofisticación trajo algo que no es del todo cómodo: antes existía un balance cómodo entre la precariedad de las letras y la indiferencia en la calidad de sonido. Ahora que la banda se anima a entregar una articulación más honesta, las letras quedan expuestas al rojo vivo, sin ningún pobre truco fidélico que las respalde.
#354 - Black Lips (2011)
que buen blog che, muchas gracias por compartir
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