Monday, October 22, 2012

Lonerism

En 2009 un hippie se encerró solo en un estudio de grabación y empezó a moldear lo que sería su primer disco. Solo en la bahía australiana, Kevin Parker comenzó a grabar cada instrumento por su cuenta, comenzando a darse cuenta qué tan bien le sentaba la soledad. El resultado fue Innerspeaker, uno de los discos más comentados del 2010, y que dejó a cada persona que lo escuchó en una nube serena de psicodelia. Tres años más tarde sale el segundo disco de Tame Impala, Lonerism, en dónde Parker se entrega al aislamiento para dar luz a uno de los discos más interesantes del año.

Lonerism se presenta de principio a final como un arma de doble filo. En primer lugar, estas doce canciones son evidencia de la sensibilidad pop que tiene Parker como compositor. Cada canción tira su propia red con estribillos y melodías dispuestas a atraparnos y quedarse en nuestra cabeza por semanas. Esta orientación pop no solo se diluye compositivamente, sino que también las capas de guitarras que rondaban en Innerspeaker aparecen esta vez en forma de sintetizadores. Esto tampoco quiere decir que Tame Impala no suene tan energético como siempre, y canciones como “Mind Mischief” o “Endors Toi” están ahí para demostrarlo.

Del otro lado del cuchillo, tenemos a un disco que nos hunde varias leguas dentro de técnicas experimentales de grabación y estructuración musical. Desde la primera canción, “Be Above It”, un murmuro repetitivo y una percusión primitiva marcan la base para que Parker cante en un tempo mucho más relajado. Esta introducción puede ser el ejemplo más extremista en lo que respecta a la experimentación total del disco, clara muestra de lo duro que pegó el disco Embryonic de the Flaming Lips en la cabeza creativa de la banda.

Pero más que jugar entre los dos extremos, lo que definitivamente hace a Lonerism es la capacidad de mostrar ambos lados en mismas canciones de una manera muy sutil. Se podría decir que la técnica no se basa tanto en mezclar el pop convencional con la psicodelia experimental, sino en llegar al pop o abarcar canciones y melodías desde un punto de vista bizarro y experimental. Sea extendiendo canciones a lo krautrock (las habilidades como baterista de Parker están muy vinculadas al género) hasta terminar en paisajes desgarradores y electrónicos, como en “Keep On Lying”; o tomar melodías básicas y volcarlas en un popurrí ácido de sintetizadores y bajos, como en el single “Apocalypse Dreams”.

Habiendo explotado el potencial de cada canción hasta el último segundo, puede que Lonerism parezca un disco de cohesión dudosa. Canciones escritas años antes de grabar el disco, como “Elephant” y “Apocalypse Dreams”, se destacan inmediatamente del resto y hasta pueden terminar yendo en contra de la corriente e irrumpir con la fluidez. No solo eso, si no que tampoco hay momentos en todo el álbum que permitan tomar un respiro para tratar de entender dónde estamos parados, lo cual puede sonar como una sorpresa sabiendo que fue el mismo Parker el encargado de la producción.

Por más que se haya entregado al aislamiento social y haya aceptado su condición de llanero solitario, Parker sigue destacándose en su rol de cantautor sufrido. Canciones como “Why Won’t That Talk to Me?” o “Music to Walk Home By” siguen explotando temas de soledad y misantropía personal, mientras que en otros momentos admite haber encontrado el amor, como lo hace en “Mind Mischief” y en “Feels Like We Only Go Backwards”. Por otro lado, Parker también sabe como explotar su voz como un instrumento invaluable. Es en éste disco donde logra llamar la atención de nuestros oídos como nunca, incluso cuando toda la música esté explotando por detrás.

Por más que desde el principio el proyecto de Kevin Parker demostraba ser una propuesta más que interesante, Lonerism sirve para reivindicarlos como no solo una que otra banda de rock psicodélico estancada en los 60’s. Tame Impala regresa con un disco mucho más audaz y ambicioso que cualquier trabajo anterior, listo para conquistar al mundo.

#385 - Grizzly Bear (2012)

Shields

Explotar de la música sus propiedades paisajistas es un talento virtuoso. Y ésta cualidad en Grizzly Bear es indiscutible: al pensar en los orígenes de la banda es tan fácil pensar en montañosas tierras noruegas o en recónditos bosques europeos. Es por eso que pensar en ellos como una banda suburbana de Brooklyn es la peor caída a tierra que puede llegar a sufrir cualquier persona que se haya perdido en la desolación de Veckatimest (2009) o hasta en los delicados paisajes de Yellow House (2006). Pero a medida que avanzan en carrera, Grizzly Bear va vislumbrando las inevitables influencias de la escena pop de Brooklyn, siendo Shields definitivamente un gran salto hacia delante.

En el proceso de grabación la banda se concentró en revaluar sus métodos compositivos, dando lugar a otras técnicas que se diferencian esencialmente de lo que la banda venía haciendo. Los roles se fueron compartiendo, evidente en canciones donde ni el protagonismo vocal ni la división estructural son estrictos. Las canciones resultan tan inmediatas que pueden llegar a hacer lugar de manera brusca, y no tan fácil como los singles más inmediatos de los discos anteriores. Incluso la complejidad en el disco se distingue entre la discografía. Mientras trabajos como Veckatimest tenían varias capas de producción e instrumentación complementaria detrás, Shields (producido por el bajista Chris Taylor) opta por dejar que los timbres fluyan crudos, entregándose a la imperfección natural de los sonidos dentro de un panorama armónico tan precioso como siempre.

Sleeping Ute, el primer adelanto que escuchamos del disco, abre el disco de una manera sumamente potente, con la guitarra y la voz de Daniel Rossen como navajas perfectas. Pero sin importar qué tan directo y orientado al rock que pueda parecer la canción, el saxo y la orquesta no tardan mucho en entrar, y el aire cambia completamente para terminar con Rossen repitiendo las melodías pero sobre una base sumisa. Más furiosa aún resulta ser el segundo adelanto del disco, Yet Again, con la dulce pero decisiva voz de Ed Droste volando sobre una guitarra sucia y la batería instintiva de Christopher Bear, todo bifurcándose en un final caótico.

Speak In Rounds puede empezar como un descanso entre estos dos singles, con el bajo y la percusión marcando el tiempo, pero no tarda mucho en tomar velocidad con una guitarra acústica incesante. Igualmente, Shields tiene mucho lugar para momentos más tranquilos: además de la coda ambiental de Adelma, Droste se luce en the Hunt, tanto como en Gun-Shy, posiblemente una de las canciones más llevaderas y “fáciles” del disco, por más contrapuntísticos que sean los estribillos. La experimentación tímbrica es un elemento con el que la banda continúa rompiendo límites propios. Sea tanto en canciones como los cierres del disco Half Gate y Sun In Your Eyes, Grizzly Bear se vio muy influenciado por los recitales que compartió con filarmónicas americanas estos últimos años, haciendo de la orquestación un elemento muy distintivo en el disco y hasta contrastante entre varios momentos de distorsión y rapidez.

Las canciones que se diferencian de un lento tempo tienen una distinción importante que va más allá de una visualización a single o radial. No hay absolutamente ni un segundo de relleno, ni un momento no memorable, ni una canción que te pida volver a escucharla más tarde. Incluso la labor lírica se encuentra más atenta que nunca, abarcando sentimientos de soledad (Half Gate) o de cuestionamiento existencialista a partir de un futuro incierto (Yet Again), siempre haciendo hincapié finalmente en un verso esperanzado.

Puede que se deba mayormente a la producción reveladora de Taylor, pero Shields parece ser el disco más humanista de la banda desde que Grizzly Bear dejó de ser un proyecto de dormitorio de Droste. Después del fantástico Veckatimest, este último disco nos muestra a una banda insegura de su futura, explotando de la mejor manera que saben sus cualidades y su única visión musical para dar lugar a uno de los mejores trabajos del año.

#384 - Grizzly Bear (2012)