Tres años pasaron desde Merriweather Post Pavilion, un disco que no requiere ni presentación. Pero entre los discos solistas de Panda Bear y Avey Tare y mucho otro material de la banda (un single, un EP, un DVD), Animal Collective encontró con qué mantenerse ocupado. Sin embargo, con adelantos y streams del disco entero, la anticipación para el nuevo disco no tardó en hacerse palpable. Es así que Centipede Hz da la bienvenida a Animal Collective a esta nueva década, dónde no parecieron haber tenido muchos problemas en encontrar su lugar.
Animal Collective se impulsa a experimentar tímbricamente, aunque esta motivación se refleje más que nada en un plano rítmico, con tambores africanos acechando cada esquina. El tempo galopante y los grandes estallidos de distorsión van de la mano con la voz elástica de David Portner, quién se apropia de la gran mayoría de las canciones del disco. Ametrallando sílabas y yendo de suspiros dulces a gritos diligentes, Centipede Hz es probablemente el mejor territorio para que Portner demuestre su versatilidad vocal. Abriendo gloriosamente Moonjock, la voz escurridiza da evidencia instantánea de esto, siendo un comienzo más que efectivo. Today’s Supernatural sigue inmediatamente escupiéndonos sin descanso a un viaje distante entre teclados retrasados y terminando con una descarga lunática.
Se habló mucho acerca de un concepto detrás del disco, y muchos teorizan que se trata de una especie de transmisión de radio proveniente del espacio. La banda declaró repetidas veces que se sintieron influenciados imaginándose un sonido de otro mundo, y por cómo sonaría la música en un planeta futurista. Por además, esta hipótesis esta muy influenciada por las especies de codas que conectan a casi todas las canciones con samples y sonidos à la musique concrète. Es Brian Weitz el encargado de extender varios de los temas en interludios muy interesantes, además de ser el motor de Applesauce, uno de los premios del disco.
El regreso de Josh Dibb es un ingrediente que se nota inmediatamente: pasados los inesperados power chords en las primeras canciones del disco, las delicadas cuerdas encuentran su lugar mejor que nunca entre percusiones esqueléticas y teclados florecientes. Dibb se había distanciado de Animal Collective durante el proceso de grabación de Strawberry Jam en 2007, sintiendo que estaba callando su papel como compositor entre las figuras exponenciales que son Portner y Lennox. Este talento se siente fuertemente en Wide Eyed, donde Dibb tiene la oportunidad de sorprender y endulzar sobre una base rítmica repetitiva, por más inseguro que suene por momentos.
Por su lado, Noah Lennox se posiciona insaciablemente en la percusión, como un firme fierro sobre el cual Portner pasa en su montaña rusa. Es en Rosie Oh donde se pone por primera vez detrás del micrófono, pero entre una guerra de volúmenes entre percusiones insistentes y una guitarra aguda intentando encontrar su lugar con pequeños punteos agudos, ni Lennox puede salvarla de descarrilarse y terminando dejando la sensación de conflicto irresuelto. Por suerte, New Town Burnout sí que nos restaura la fe por el Panda Bear que tanto queremos. Siendo una canción que Lennox venía trabajando desde Tomboy, los teclados característicos de ése último trabajo y las percusiones vuelven para dar una sensación de catarsis muy íntima.
New Town Burnout se extiende en un interesante interludio con teclados chocantes, por más que no se le haga justicia cuando se vuelve la base para estrepitosa Monkey Riches. La misma falta de cohesión es la que caracteriza esta desafortunada segunda parte del disco: Mercury Man parece una pesadilla por más humanitario que intente ser el estribillo; Pulleys se acerca a un pacífico rescate emotivo para los fanáticos de discos pre-Merriweather; y finalmente con Amanita, prometiendo ser el cierre glorioso con una estructura hermosísima, aunque termina con coros fraudulentos y sin ningún tipo de resolución.
La producción del disco es un asunto muy conflictivo. La responsabilidad de Ben Allen, quién había hecho un trabajo impecable con Merriweather Post Pavilion, para ser la de mediador entre la locura y saturación armónica impresa sobre las canciones. En vez de acompañar, la producción ahoga esta liberación esforzándose por pulir y separar cada sonido en vez de potenciar el todo mayor que las partes. Se puede llegar a distinguir una concentración compositiva decisiva frente a la textura y a las toneladas de información que las canciones comunican por segundo, enfoque que también colisiona con el montón de trabajo sobre las melodías y el mensaje lírico. Y, a nivel mensaje, esto lleva a pensar de Centipede Hz no sólo como un llamado cósmico, sino también como una exploración esencialista más que una búsqueda.
Llegar a la conclusión que Centipede Hz tiene más que un solo punto de vista puede llegar a sonar más que redundante. Y es que la característica de tener varios lados y enfoques es algo muy común entre todos los discos de Animal Collective, llegando hasta el punto en que es imposible encontrar más de dos personas con una misma canción preferida. Para bien o para mal, Centipede Hz es uno de los discos más caóticos de la banda hasta el momento. Animal Collective da un paso atrás en términos de accesibilidad, para volver a ser de cierta manera esos locos amantes del pop pero con una entusiasmada y viva manera de demostrárnoslo.
#383 - Animal Collective (2012)