En su último disco, Beck se entrega a la música psicodélica de los '60, dentro de su propio sonido de country distorsionado alternativo rockero. Todo por encima de canciones acerca de la degradación ambiental, vivir en tiempos de guerra y uno que otro síntoma de crisis espiritual de Beck y su adultez. Es en la última canción que le da título al disco, en la que esta crisis se pone en evidencia.
Beck cree que el mundo se está yendo al carajo y se siente igual de responsable que todos. En este disco le habla a un ser superior de un modo más directo que nunca antes, preguntandose de qué está hecha el alma, atravesando una especia de rehabilitación kármica: todo para no aceptar que todos terminamos en el mismo lugar.
Más que nada, las canciones que triunfan son las que están por tirarse al borde del garage distorsionado con una voz tratando de llegar a las notas más altas. Las guitarras en acid trip y las percusiones vibrantes no faltan, junto con un par de ritmos de fiesta mod y demás trucos de producción.
Beck cree que el mundo se está yendo al carajo y se siente igual de responsable que todos. En este disco le habla a un ser superior de un modo más directo que nunca antes, preguntandose de qué está hecha el alma, atravesando una especia de rehabilitación kármica: todo para no aceptar que todos terminamos en el mismo lugar.
Más que nada, las canciones que triunfan son las que están por tirarse al borde del garage distorsionado con una voz tratando de llegar a las notas más altas. Las guitarras en acid trip y las percusiones vibrantes no faltan, junto con un par de ritmos de fiesta mod y demás trucos de producción.
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