Friday, August 19, 2011

Father, Son, Holy Ghost

Girls sacó su primer disco hace dos años eternos. El dúo de San Francisco había estado grabando en el garaje de sus padres desde 2007, moldeando y perfeccionando el sonido que dio luz recién en 2009, consagrando al debut Album fácilmente como uno de los mejores discos del año. En 2010 decidieron sacar el EP Broken Dreams Club que los llevó a reencontrarse en la listas de lo mejorcito del año con seis canciones que, si bien mantenían el sonido característico amoroso del ahora quinteto, escuchar la evolución y el nivel de composición llegaba a ser portentoso. Hace unos meses la banda anunció su segundo disco, Father, Son, Holy Ghost, generando una ansiedad auricular hacia un disco que da bastante para hablar.

Honey Bunny abre con un rasguido similar a Lust for Life en Album, solamente que emprende camino acompañado de una batería y una inmediata segunda guitarra surfera advirtiendo de los nuevos integrantes que se sumaron al tiempo. Christopher Owens les dedica un estribillo a las minas que lo rechazaron por su cuerpo huesudo y su pelo sucio, se le declara a una chica sin antes ir al puente melancólico y recordar como su madre fue la única mujer que en serio lo bancó. Bueno, venimos bien. Alex (las canciones con nombres de mujeres prevalecerán) sigue con un sonido mucho más similar al Girls del ’09, recuperándose de puentes instrumentales (que no me sorprendería si los demandaran por plagiar a Taylor Swift o alguien) con el llamativo golpe de guitarras y el balbuceo de Owens.

Die puede llegar a ser una de las mayores sorpresas del disco, como si los hippies hubieran vendido los Hofners y Rickenbackers para cazar unas Ibanez y mandarse solos sobre riff pesado pseudo metalero, y un final a un tempo más reducido, como si fuera una de esas canciones harmónicas de Led Zeppelin o Wolfmother minus machísimo. Definitivamente Vomit, el solo sangrante, los coros de the Great Gig in the Sky, y el puente bien bien chicloso de la mejor manera posible. Los coros aparecen anteriormente en My Ma, lejos de caer como “una más” y resaltar por su simpleza y sinceridad.

Me gustaría estar completamente confiado de decir que el álbum funciona mejor como una suma de las partes antes que dividido en once, aunque lamentablemente no. Es problable que en total haya más canciones que no terminen completamente convenciendo ni cerrando que de las que llenan la cuota hasta el tope. Temas como Saying I Love You se presentan como una repetitiva y cursi canción country, destinada a la basura si no fuera por los versos sentimentales y sus guitarras oníricas. Magic no tiene retraimiento en mostrar el Queen que tiene adentro y tropezar de manera absurda al lado de canciones tan sinceras como Just a Song.

Muchos pueden irse decepcionados a la hora de escuchar Father, Son, Holy Ghost si es que no están preparados para desprenderse completamente de las telarañas de guitarras y las atmósferas de ruido fidélico que corrían como una de las mayores ventajas de la banda. Por esta misma razón, el disco está lejos de ser lo inmediato que se esperaba, o hasta lo alegre, aunque en cada rincón de las confesiones y los estudios acerca de la soledad humana haya varios mensajes positivos, sin los cuales la temática espiritual y religiosa del disco no tendría sentido. Sin embargo, si hay algo de qué acreditar a Father, Son, Holy Ghost, es de que sin importar cuántos descuidos y dislates nos tuvimos que bancar, nos deja con ganas de un poco más.

#366 - Girls (2011)

Tuesday, August 16, 2011

WIT'S END

Después de sacar Catacombs en 2009, el californiano Cass McCombs parecía haber alcanzado la cúpula de su carrera. El cuarto disco desde sus primeras grabaciones en 2002, llegó como una síntesis de todos sus trabajos, consagrándose como uno de los tantos discos espectaculares del año. Pero más que nada, Catacombs significó el crecimiento y evolución impresionante de un artista que recién estaba preparándose para romper expectativas.

Entre un sonido desolador que titubea logrando no caer en un folk plano ni en pop melodioso, la imagen de McCombs exponiendo sus propias tripas en la mesa no deja de prevalecer a lo largo del disco. Wit’s End se encierra líricamente de principio a fin en la soledad humana como objeto de estudio primordial. Visto de esta manera, el disco bien podría haber sido un cubo asfixiante doloroso sino fuera por el amplio sonido con el que se atrevió a experimentar como nunca lo había hecho antes.

Es el amplio rango de elementos diversos el que mantiene al disco novedoso entre sus ocho canciones al mismo tiempo en que sostiene un manto de misterio sobre cada instrumento y especialmente en la voz. County Line empieza de la manera más accesible posible, desplegando uno de los fuertes de McCombs: mantener el sonido simple y tranquilo y al mismo tiempo sonar tan fuerte y pesado en otras dimensiones. A partir de ese punto el disco puede llegar a sonar poco fresco, por lo que se vuelve difícil escuchar varias veces de principio a final.

Canciones como The Lonely Doll, con sus campanas angelicales y su percusión lluviosa, o Memory’s Stain juegan medianamente en contra, repasando sobre elementos y aspectos del disco que ya habían quedado en claro al principio y se repiten débilmente. El cierre del disco, A Knock Upon the Door es una balada difícil de nueve minutos ya que, aunque la incursión de trompetas y vientos en la canción puede ser grata al principio, es una canción que tranquilamente podría haber durado menos de la mitad y haber dejado en claro lo mismo, calificativamente. Cass McCombs sigue por un buen camino, aunque posiblemente deba ordenar un poco sus ideas sin sonar repetitivo si quiere que volvamos a escuchar un próximo disco de principio a final.

#365 - Cass McCombs (2011)

Thursday, August 4, 2011

In the Mountain In the Cloud

Desde Waiter: “You Vultures!”, su primer disco en 2006, Portugal. The Man supo cómo mantenerse ocupado. Sacando un disco por año, acercándose al reconocimiento medial pero alejándose progresivamente de sus raíces, cada nuevo año traía un nuevo trabajo y al mismo tiempo una nueva cara. Pero ¿qué tiene el sexto disco de la banda que haya carecido en su carrera pasada? Para empezar, In the Mountain In the Cloud es el primer disco de los alaskeños lejos de una discografía cuasi independiente, y de la mano de Atlantic Records se armaron con un plantel magistral de productores.

Recién llegaron a los oídos de varios con su segundo disco, Church Mouth (2007), que aunque pasó muy desapercibido, mostraría una faceta psicodélica y experimental excepcional a la que prefirieron no volver a visitar en el futuro. Censored Colors llegó en 2008, considerado una de las producciones más ambiciosas del año y de la carrera de la banda. Llevando el neutro rock psicodélico a territorios orientales al mismo tiempo en que ampliaban la línea de instrumentación sin miedo de experimentar con trompetas jazzeras ni instrumentales audaces, Censored Colors marcó un antes definitivo para la banda. Los años traerían al cuadrado y convencional The Satanic Satanist (2009) juntó a su versión acústica The Majestic Majesty el mismo año, y American Ghetto (2010), disco que a diferencia de su anterior, no estaba tan desesperado por sonar accesible y tradicional, pero sí mostraba a una banda poderosa recuperándose y desesperada por no desaparecer en el olvido.

Se puede decir que Portugal. The Man pasó gran parte de su carrera buscando la mejor manera de explotar su sonido, intentando ser un monstruo pop mientras esquivaban el rock psicodélico ambicioso que los hizo gigantes en primer lugar. Mirándolo de esa manera, In the Mountain In the Cloud es una vuelta a ese sonido en proporciones chicas. Mientras que el disco no es un borrón y cuenta nueva después de sus discos anteriores: no es difícil encontrar las baladas poperas de the Satanic Satanist y el beat de American Ghetto.

Con So American abriendo el disco y mostrando sus influencias Bowiescas sin miedo, se puede hacer una idea bastante tangible de lo que el disco nos espera. Es por esta razón que, aunque definitivamente me alegra escuchar a la banda esforzándose por ampliar sus propios límites en la producción e instrumentalización del disco, muchas veces se siente como si estuviéramos escuchando la misma manera de grabar y estructurar la canción una y otra vez. Llenos de guitarras, violines, coros incesantes, Portugal. The Man no deja de repetirse a si mismo dentro del disco, como un copy paste en las ecualizaciones y mezclas.

Sin embargo, hay momentos que se destacan dentro del disco. Sleep Forever cierra el disco tomándose su tiempo en formar capas y capas para explotar en su debido momento. Son canciones como estas o el single Got It All que brillan con sus excesivos falsetes en un disco en un disco un poco redundante, no solo en la manera de producir las canciones, sino también cuando se evalúan las progresiones de acordes, y las melodías. Me alegra poder escuchar el disco y que me guste por lo menos un poco a diferencia de lo odioso que cada disco se volvió después de Censored Colors. Supongo que en un año podremos saber si la banda sigue encaminada en el sonido que le conviene como identidad, o en el sonido que le conviene como producto.

#364 - Portugal. the Man (2011)